Javier Gomá y el mundo de la ejemplaridad

De Ortega y Gasset decían que, pese a sus múltiples e influyentes obras, le faltaba una que sistematizara todo su pensamiento, de ahí que lo tildaran de filósofo con ideas pero sin sistema filosófico.

No puede decirse lo mismo del bilbaíno Javier Gomá (1965), cuya numerosa obra gira casi en su totalidad alrededor del ejemplo. De hecho, después de haber dedicado una década de su vida a la publicación de una tetralogía de la ejemplaridad, lo que le deparó por la primera de ellas, ‘Imitación y experiencia’ (2003), el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Ensayo, ahora nos sorprende con una obra única en la que sistematiza todo ese pensamiento y, como señala en el prólogo, «por fin lo cuento todo».

Esa totalidad es ‘Universal concreto. Método, ontología, pragmática y poética de la ejemplaridad’ (Taurus). La obra, dividida en cuatro partes como anuncia el título, tiene a su favor las dotes divulgativas de Gomá, que las vuelca en este texto sin aparato crítico, pensado para que llegue al mayor número de lectores, de ahí que su exposición sea en su mayoría diáfana y con una organización germánica que habría encantado a Ortega y Gasset, con quien comparte además el gusto por la elegancia en el estilo.

Cierto que algunos momentos sobre la ontología pueden resultar ásperos pero en general es una obra en la que se aprecia el esfuerzo clarificador y organizador del autor, quien tiene muy presente en todo momento los grandes bloques de la Historia de la Cultura (Antigüedad, Modernidad y Posmodernidad) para enmarcar su exposición.

Con respecto a la ejemplaridad, resulta fascinante, aunque sea un proceso repetido desde los antiguos griegos, que un pensador empeñe sus energías, sus trabajos y sus días en levantar un mundo para tratar de dar sentido al mundo. Recalca desde el inicio Javier Gomá que lo suyo es pura literatura y no ningún sistema científico pues «lo científico se ocupa de lo último; lo literario, de lo de siempre». Así que, como el narrador de una novela, también él levanta su propio universo para dotarlo de sentido y darle predicamento.

Y para moldearlo, el filósofo se hace dos preguntas clásicas: ¿Qué hay en el mundo? y ¿qué hacer con lo que hay? A la primera contesta la ontología (lo que hay en el mundo es el ejemplo) y a la segunda, la pragmática (lo que hay que hacer es imitar ese ideal de ejemplaridad).

El ejemplo, sostiene Gomá, señala hacia una regla universal, vale para muchos pero al mismo tiempo, un ejemplo personal posee un rostro. De ahí que si contemplamos cómo fue la vida de Sócrates y cómo afrontó la muerte, comprendamos que su ejemplo, además de universal («una llamada universal a la repetición») es concreto, las dos características que dan título a esta ‘obra de obras’ del autor.

Sin duda la parte más hermosa de este completo libro es la que dedica a la mortalidad del ser humano, auténtico motor y razón de ser del sistema filosófico de Javier Gomá, pues es el escándalo de la muerte lo que da verdadera razón de ser a su pensamiento, que cuenta con esta hermosa y potente máxima ontológica fundamental: «Vive de tal manera -con tal ejemplaridad- que tu muerte sea escandalosamente injusta».

Desarrollada con anterioridad en obras como ‘La imagen de tu vida’, el pensador anima a retocar la imagen de nuestra existencia en cualquier momento, pues incluso en los últimos años la persona «todavía está a tiempo de retocar el cuadro antes de entregarlo» y poder conducirse «como un artista de la vida», pues «la verdad de un ente se haya en el recuerdo de la imagen de quien ya ha dejado de ser» Por tanto, a cambio de la «inexistencia», se logra «la trascedencia», algo que los seres humanos también pueden alcanzar, sólo una minoría, con una obra física de arte que se transforme en un clásico después de su muerte.

Entiende el filósofo que cualquier persona puede alcanzar esa meta y ser un ejemplo para los demás: «No hay nadie en el mundo que no pueda, si quiere, hacer con los materiales de su vida el bello monumento de una imagen póstuma», sostiene, al tiempo que subraya que la ejemplaridad «se extiende a todas las personas, a todas sus esferas y a la totalidad de su vida ética hasta su muerte».

Y dedica también reflexiones muy interesantes a la cultura de nuestro tiempo. Sostiene que mientras en lo político la sociedad se encuentra en la segunda modernidad, con la conquista de una democracia de sufragio universal, en el terreno cultural continuamos atascados en la primera modernidad, la del Romanticismo del XIX y el reinado del yo, una «antropología romántico-aristocrática del genio y la excentricidad» que, lejos de ceñirse a una minoría, como hace dos siglos, habría alcanzado a todos, de tal manera que hoy asistiríamos a una «excentricidad de masas: todos idénticos en nuestra común pretensión de ser únicos».

Entiende Javier Gomá, quien también es autor de obras de teatro en las que pone en práctica sus propias conclusiones, que este panorama podría reformarse con productos culturales que hablaran del ‘nosotros’, en suma, con una estética de la ejemplaridad para que «la poética democrática afine una lira propia, no heredada» y se eduque así a millones de personas enamoradas de sí mismas a pasar del estadio estético al ético.

En su coda final, reconoce la insuficiencia de su obra pero no es poca cosa levantar un edificio desde el que poder mirar el mundo de otra manera y, por descontado, tratar de predicar con el ejemplo.