Crónicas de la ciudad
La estación Victoria Kent sigue en descomposición
El módulo sin uso continúa su deterioro de la mano de certeros vándalos que lo acribillan a pintadas y pedradas
El dicho anglosajón y probablemente estadounidense «Donde pongo el ojo pongo la bala», hace referencia a las personas eficientes o capaces de adelantarse a los acontecimientos, aunque quizás no se les dé mal en las competiciones de tiro.
Hay un rincón de Málaga donde está ‘puesta’ una estación ce cercanías, los vándalos le han echado el ojo y a falta de balas, el equipamiento ferroviario ha sido vejado con todo tipo de proyectiles y expresiones artísticas de medio pelo.
Hablamos, claro, de la Estación de Cercanías Victoria Kent, que tiene dos caras muy diferentes según examinemos sus dos grandes módulos.
El primero de ellos, en pleno funcionamiento, está razonablemente en buen estado. Los usuarios entran y salen de este bonito apeadero sin miedo -como los antiguos galos- a que el cielo les caiga sobre las cabezas en forma de alguna plancha descolocada del techo.
El que presenta un estado más que preocupante y por eso no es la primera vez que desfila por esta sección es el segundo módulo, el situado más cerca de Torremolinos. Cierto que cuenta con vallas protectoras pero cumplen el dudoso cometido de poner puertas al campo, pues esta parte de la estación se encuentra en mitad del gran descampado entre Nuevo San Andrés-Barceló y El Duende, en la parte soterrada de las vías del tren.
Así que las vallas sirven de poco. El acceso al descampado es total. Desde tiempo inmemorial, un tramo de verja rota da acceso al terrizo por la misma calle Mahler, en El Duende, pero también se puede entrar por la propia zona verde de este último barrio.
El resultado es que la soledad del entorno, la falta de vigilancia y la falta de interés de Adif están convirtiendo esta parte de la estación en un escenario postapocalíptico, como si en ella el tirano imperialista ruso hubiera hecho realidad sus amenazas nucleares y la zona hubiera quedado abandonada. El caso es que cada vez se parecen más estos andurriales a la ciudad fantasma de Prípiat, vecina de la central de Chernobyl.
En suma, el panorama no puede ser más decrépito, con pintadas gigantes del tristemente conocido grafitero Koof, experto en vandalizar todo lo que no tenga su firma de artista mal de los bronquios; las ventanas que no están hechas pedazos están acribilladas a pedradas; también hay huellas de fuego en el lateral que da a El Duende, planchas arrancadas...
La Victoria Kent es un búnker que resiste como puede los ataques de los vándalos... sin un defensor en su interior.
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