Crónicas de la ciudad
Excelso atentado paisajístico en La Araña
Un enorme pegote junto a la colonia tradicional popular de La Araña evidencia que el desarrollo urbanístico malagueño siempre puede superarse y hacerlo peor
En España, nuestros cargos públicos casi siempre prefieren empeorar o destruir el paisaje antes que crear uno exnovo con sensatez o transformarlo con un mínimo de equilibrio y coherencia.
La desequilibrada foto de hoy es una prueba más de cómo el político español está a años luz de los que se forman y trabajan en Francia, donde hace muchas décadas que la iletrada destrucción a toda costa ha sido frenada por una acción civilizadora y ejemplar del Estado francés.
Porque en el país vecino el Estado está comprando cientos de kilómetros de litoral para acabar con garruleces urbanísticas como la de foto, demoliendo pelotazos inmobiliarios y agresiones paisajísticas contrarias al interés general, para devolver a las generaciones futuras una paisaje libre de los errores del pasado.
Por contra, si ninguna autoridad nacional, municipal o autonómica pone coto a desvaríos como el de la foto -y lo más probable será que se crucen de brazos sea cual sea su ideología- los malagueños del siglo XXII tendrán que apechugar con tercermundistas y masificadas ordenaciones del territorio como la de este acosado cerro de la Torre de las Palomas, en La Araña, ahora rematado por este inapropiado edificio que lo ‘remata’, en sentido literal.
¿Quién duda de que tropelías paisajísticas como la de la foto están más que autorizadas en nuestro permisivo ordenamiento? Seguro que no hay ninguna pega para que en plena colonia tradicional popular de La Araña se permita este excelso pegote, el clásico edificio que en lugar de integrarse con el entorno, es el entorno el que debe dejarle un hueco... y ajo y agua.
Todo esto quizás se explique porque en la exitosa y aún bravía ciudad de Málaga el concepto de ‘paisaje’ hunde sus raíces en el viejuno desprecio al paisaje y no en la Convención paisajística de Florencia de 2000; así que resulta lógico que la capital de la Costa del Sol tenga tan a menudo más afinidad con cualquier desordenada megaurbe de África u Oriente Medio que con las ciudades europeas.
En cualquier caso, para curarnos en salud y dado que el atentado paisajístico casi resulta salpicado por las olas, esta sección consultó la semana pasada con la Subdelegación del Gobierno que confirmó la peor de las noticias: el desmadre no compete a la Dirección General de Costas, al tratarse de un asunto estrictamente urbanístico.
Una vez más, habrá que apechugar con la metedura de pata local y aguardar a las generaciones futuras para que, hastiados del ladrillo mal puesto, imiten a los franceses y limpien la costa de horrores.
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