Crónicas de la ciudad

La Torre del Puerto y el regreso a 1969

Como salidos de un episodio de ‘Cuéntame’ de 1969, el lunes una mayoría de concejales aprobará uno de los mayores atentados paisajísticos contra su propia ciudad

Vista de la Farola y el Puerto.

Vista de la Farola y el Puerto. / Arciniega

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Preparémonos los malagueños de todas las ideologías para soltar, como don José Ortega y Gasset, su célebre «No es esto, no es esto», cuando comprobemos que detrás de La Farola el horizonte se ha visto condenado de por vida por una puesta al día del desarrollismo franquista del tamaño aproximado del Monte Gibralfaro, si no mide más.  

Décadas de Democracia, de perfeccionamiento del Urbanismo en España y de extensión de la cultura del Paisaje y el Patrimonio no parecen haber hecho mella en nuestros pertinaces cargos públicos que, a la hora de la verdad y rendidos al neoliberalismo más bruto, han hecho oídos sordos a todo tipo de expertos, organismos internacionales y colegios profesionales y van a dejar como mediocre pero imperecedero legado político la Torre del Puerto

El hotel rascacielos, del que a estas alturas del cuento nadie sabe cuánto medirá, pues los 116,6 metros anunciados por los promotores ni incluyen su basamento ni se ha trasladado a los documentos oficiales, va camino de presidir de forma absolutamente inmerecida la Bahía de Málaga, en lugar de levantarlo en un sitio menos dañino para la imagen de la ciudad. 

Una ciudad con unos políticos más coherentes e ilustrados habría optado por un concurso público serio para abordar una operación como esta y no por una sonrojante y fugaz carrera administrativa de 100 metros lisos que ha dejado a casi todos los corredores poniéndose las zapatillas.

Una ciudad más seria y con unos políticos más civilizados, vista la gran división que existe en Málaga sobre el proyecto, habría convocado una consulta ciudadana.  

Cada vez más libros y estudios denuncian las políticas urbanísticas y turísticas que se perpetran estos días en España y para nuestro rubor, Barcelona, Málaga y Palma de Mallorca copan la lista de ejemplos a no seguir, con mención expresa del 'misil' catarí contra nuestro paisaje. 

Quienes hemos crecido con el inmenso error del Hotel Málaga Palacio taponando la Catedral pensábamos que los políticos de este siglo XXI traerían un aire nuevo a la hora de planificar la ciudad. Por desgracia no ha sido así. 

Como salidos de un episodio de ‘Cuéntame’ de 1969, el lunes una mayoría de concejales aprobará en la Comisión de Urbanismo uno de los mayores atentados paisajísticos contra su propia ciudad. 

Que se haga en nombre del progreso y la modernidad suena tan rancio y falso como ya sonaba 54 años atrás cuando se ensalzaba La Malagueta.

Como nos recuerda el periodista y escritor Andrés Rubio, «el patriotismo bien entendido pasa por el paisaje». No es esto. 

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