Opinión | 725 palabras

Cosas veredes...

Me imagino al titular del Juzgado 5 de lo Social, si es que existe en Perpiñán, dando instrucciones al alcalde Aliot para que los escargots à la bourguignonne se erija en el plato nacional de Francia. Y también me imagino al atribulado alcalde que, como poco, precisa girar sobre su eje ciento veinticinco veces a su izquierda para encontrar su mano del reloj, sorprendido, preguntándose qué tendrá que ver Perpiñán con la Borgoña, que está a más de seiscientos kilómetros de distancia y cuánto tardarían los caracoles borgoñones, animalitos, en ir reptando de un sitio al otro para morir en la olla. Por cierto, se preguntará Monsieur Aliot, el primer edil perpiñanés, ex de Marine Le Pen, para más señas, ¿sabrá su señoría, el titular del Juzgado 5 de lo Social, si es que existe en Perpiñán, reconocer a los caracoles de izquierdas y de derechas?

Cuando el pasado martes el Tribunal Superior de Justicia vasco se pronunció demostrando que la judicatura sirve para todo al manifestar que la actividad hostelera y de restauración «no parecía en aquel momento un elemento de riesgo cierto y grave para la salud pública» se me rompió un poquito grande del Barón de Montesquieu y se me refrescaron un mucho sus prohibidísimas Lettres persanes.

¡Qué torpeza no haber echado mano de la élite de las leyes y el derecho desde el minuto uno de la pandemia, madre! España entera habría hecho historia para la eternidad basando las sencillas estrategias científicas para la salud del ser humano en el establecimiento de penas regladas para castigar a las huestes del animálculo asesino.

–Virus, mal bicho, este tribunal te condena a seis años y un día de prisión, tras los cuales habrás de cumplir veinticinco años de destierro confinado en un recipiente de cristal blindado, vigilado por las atrabiliarias hordas trumpistas, venidas, como tú, a liberar a la humanidad de la enfermedad y del pecado. Tal que así el veredicto, más o menos.

Francamente, no puedo llegar a comprender cómo la humanidad hemos tardado tanto en descubrir que el secreto de la vida, de la enfermedad y de la muerte en el planeta Tierra reside en un orden superior impartido por el sistema legal inventado por el hombre y no en la realidad biológica que le es propia a los seres vivos del Universo. ¿Cómo ha podido escapársenos tan preclaro principio indubitable?

A partir de ahora, habremos de tener permanentemente claro y presente que el conocimiento de mayor nivel reside en el polifacético, multidisciplinar y siempre superior sistema judicial que prevalece y organiza el sistema Universal que rige la biología y la salud de los hombres.

¿Tenemos un problema con el chiclé del carburador de nuestro utilitario de cuarenta años de edad? Que no cunda el pánico, el titular del juzgado de lo social número 6 de Salamanca, si es que existe, tiene la solución, porque en estos tiempos modernos, lo que Natura non da en Salamanca, el sistema judicial vasco sí que lo presta. Viva el sistema judicial vasco.

¿Súbita e inesperada angina de pecho? Nada, solo mantener la calma. El 112 nos hará llegar con presteza un par de jueces de guardia que velarán por la salud de nuestros corazones. Así de simple, así de útil...

¿Se nos apetece un japonés para cenar? Nada de Google, el sistema judicial tiene la solución, además con llamada gratuita. Un simple ring, ring y en cero coma nada estaremos luchando cuerpo a cuerpo con los palillos nipones.

¿Un repentino apretón estomacal, espiritual, cultural, deportivo, sexual...?: Una simple palabra, un gesto... y su majestad el sistema judicial multidisciplinar que tanto vale para un roto como para un descosido, hace el resto... ¡Su tabaco, señor...!

Desde la sorpresiva y descerebrada intervención del Tribunal Superior de Justicia vasco respecto de la parte médico-científica de la pandemia, ardo en deseos de tomar un café con un par de jueces que me premian con su amistad. Me intriga sobremanera la sospechosa soltura con la que un tribunal superior de justicia corrigió a la biología científica y, por mi parte, me muero de ganas de tener opinión jurídica a propósito de la anafrodisia, como trastorno psicológico invalidante.

Visto lo visto, cosas veredes... Seguro que un certero diagnóstico de sus sesudas señorías esclarecerá y corregirá el conocimiento acumulado que la psicología clínica mantiene sobre este trastorno sexual desde hace lustros.