Opinión | Tribuna

La elección

Una imagen de la serie 'Vikingos'.

Una imagen de la serie 'Vikingos'. / Youtube

Quienes sigan la serie Vikingos o los procesos internos de los partidos políticos aquí y allá entenderán lo cruel de la lucha entre compañeros, amigos y, en ocasiones, hermanos. Nada como aquel verano en que tu hermana te levantó la novia.

Los tiempos cambian. También los vientos, los discursos, las formas... y el respeto que merece la militancia. Ya nadie puede decir «esta agrupación es mía» porque la militancia del PSOE viene libre de antaño, y en particular desde que el 39 Congreso Federal dio la fuerza decisoria a la militancia en el voto individual, directo y de igual peso a todos y todas en la organización.

Tampoco el anhelo de una futura designación en cadena descendente es buen compañero. Quien gane las primarias será hijo o hija de la elección y se debe seguir esa senda, seduciendo con hechos que acompañen la palabra.

En 2017, siendo yo el único secretario general de una ciudad de más de 50.000 habitantes que en la provincia de Málaga apoyó el cambio que ofreció Pedro Sánchez a la organización, tuve la oportunidad de contribuir en una particularidad de las normas que hoy nos gobiernan con el criterio de igualdad. Tan de igualdad que usé como argumento motivador que debía regir lo mismo para el candidato a la presidencia del Gobierno que para el candidato a la alcaldía del pueblo más pequeño. Ese era para mí el espíritu del 39 Congreso: igualdad de armas; que todo el voto valga lo mismo, sea directo y obligue a los dirigentes a convencer, nunca imponer.

Este año, que cumplo mi vigésimo quinto aniversario como militante del PSOE, me he regalado volver a pedir cambio con mi voz y con mi voto (que solo me representa a mí) libre y crítico. En otras palabras: reanudar el proceso de cambio iniciado en 2017 y procurar innovar un PSOE-A que pueda devolver la ilusión a la ciudadanía andaluza. El sentir de la militancia empujó a asumir esa empresa a Juan Espadas, que ha aceptado y está ya en ella.