Opinión | Lavidamoderna Merma

La Aduana huele a Chicano

La Aduana huele a Chicano

La Aduana huele a Chicano / L. O.

La vida es así de rara. Naces, creces, te reproduces y mueres siendo rojo como un tomate. Pero los que le ponen tu nombre a una sala de un museo son los otros. Los de la gaviota.

Cuando ya ha pasado la vorágine inicial tras el bautizo de una de las salas del gran museo malagueño con el nombre de Eugenio Chicano, salen a flote reflexiones al respecto de lo justo de la acción, de lo triste que resulta hacerlo sin él presente y sobre todo ante el futuro incierto de su obra en la ciudad de los museos.

Es justo lo que se ha hecho. Además, en el lugar realizado. El espacio que tuvo en Chicano a su gran defensor y que, sin su esfuerzo, quizá no sería si quiera una realidad.

Como justo esta también reconocer la acción por parte de los que mandan en el museo. La new Junta de Andalucía ha tardado poco en volcarse en este proyecto que no es más que un uno por ciento de compensación ante un artista que tanto ha hecho por nuestra ciudad y su cultura con su obra artística y también con su trabajo.

No quiere decir, evidentemente, que si el soe hubiera estado a los mandos de la maquinaria verdiblanca no hubieran hecho lo propio. O más. O menos. Se desconoce. Pero lo cierto y tangible es que han sido los populares los que han colocado el cartelito y han hecho posible una exposición que, nada más entrar, te sobrecoge por ver tanta vida en un estudio que ya no tiene a su creador entre nosotros.

Dicen que la muerte no es el final. Y en el caso de los artistas sucede aún más. Pero no olvidaré jamás las palabras de la madre de una buena amiga que murió, y que era muy hermoso decir «ella sigue con nosotros» como frase consoladora. Pero que era una de las grandes mentiras de la humanidad. No está con nosotros. Está muerta. Y aquí nos quedamos sin ella. Con sus recuerdos y la soledad. Pero ella no está con nosotros.

Algo así se siente cuando ves ese sofá. El sombrero de verdiales. Las carpetas con proyectos que no verán la luz. El repertorio de agradecimientos de los cofrades. Y también lo que nadie podrá ver jamás. Las sensaciones que transmite un espacio que para muchos ha supuesto un verdadero privilegio haber podido compartir con el hombre del mono negro, las gafas grandes y la mirada que resultaba igual que el caminar del Dulce Nazareno del Paso: blanda y serena.

Un WhatsApp del amor de su vida, que seguro que se fue de las manos, sirvió para que muchos de sus seguidores se dieran cita en una tarde donde el calor iba soltando las maletas para quedarse en Málaga. Una rebujina que bien pudiera haber servido como debate previo a las primarias entre sanchistas y susanistas. Pero mezclado con un variado singular de personalidades malacitanas que siempre lo tendrán presente. Desde Agustín Fernández con su grupo de cabales de Nerva -donde Eugenio es tan admirado y querido que en cualquier pedazo de pared está presente-, hasta la progresía creyente y buenos amigos como Carlos Ismael Álvarez o su hija -que por mucho que se empeñe, será siempre para mí «La hija de Carlos Ismael» y no Isabel-.

Todos, cual legión, apreciaron unas píldoras que, de manera selectiva, ayudan a comprender la hoja de ruta artística y vital del iluminado artista malagueño.

Por cierto, Mariluz, el día que compartimos mesa en Nerva con tintes esperancistas, te levantaste y él me dijo: «Qué guapa es». Y eso, a estas alturas de la película solamente es una cosa, amor incondicional. Me acabo de acordar y, aprovecho por aquí, y te lo dejo escrito.

Todo es bonito y justo por La Aduana. Pero quizá no venga mal recordar, y ya van veinte mil millones de veces, que los homenajes, reconocimientos y flores siempre se disfrutan más en vida. No sé si en las rejas para entrar al cielo, San Pedro permite la entrada de paquetes enviados desde el planeta tierra. Y desconocemos si él estuvo viendo a tanta gente en la inauguración. Por lo tanto, queda claro que lo mejor seguirá siendo que se reconozca todo en vida. Cara a cara. Diciendo a los ojos que eres un artista de verdad. Y dando las gracias por lo que haces y su calidad.

Desconozco los motivos por lo que esto no sucede. Si es cuestión política, si se trata de particularidades de quienes deciden o miedo por si tras el premio puedan hacer o decir algo que no guste. Pero da igual. Lo importante no es escribir cartas de amor. Es decirle te quiero a quien así lo sientas.

Por eso, al ver todo lo que se ha hecho en torno a Eugenio, florece una mezcla de alegría justa y de tristeza porque el galardonado no puede recibirlo. Si bien es cierto que tiene en su esposa a la mejor ministra de exteriores de Chicano que pudiera existir, siempre quedará en ilusión haber podido presenciar como abría la puerta de una sala con su nombre en el museo soñado en su ciudad amada.

Y más allá. Aparece algo que sí perturba y extraña. El sufijo de su muestra. La temporalidad. El nombre permanecerá para siempre. Pero su obra saldrá nuevamente. Quedarán piezas puntuales -supongo-, pero seguirá Málaga sin tener un espacio fijo y permanente donde poder disfrutar de su obra. Desde el surrealismo pop hasta el pellizco de la Andalucía que rompe el silencio de la dureza de su vida con un quejío como en esa obra donde la gente sostiene esa pancarta de «Andalucía Libre» -cuando sea rico compraré ese cuadro para tenerlo en mi casa y pasarme horas mirándolo. Si sigo pobre, me conformaré con una foto o su vuelta a alguna pared pública-.

Decía hace ya un tiempo que hay que cambiar las flores por alcayatas. Que hablar sobre erradicar el hambre está genial. Pero dar comida es mucho mejor. Y Málaga está a dieta de Chicano y su obra. La Aduana ahora huele a él. Y es un regalo para todos que así sea. Gracias por hacerlo posible. Ahora solamente falta cambiar lo de temporal por permanente. Son capaces hasta de votaros si eso sucede. Bueno. Esto último no sé…

Viva Málaga.