Opinión | Finanzas para jóvenes

Quiero hablar sobre ella

Nadia Calviño

Nadia Calviño / EFE

Desconcierto, muertes, confrontación. Crispación, muchas muertes. Mientras los países aguantaban la respiración, España se deslizaba velozmente hacia un abismo sin final. Un mundo sin vida. Los hospitales y cementerios mostraban la única actividad. Aunque a estos últimos, la actividad llegaba sin vida. Dolor. España libraba la batalla más cruel jamás vivida con un escudo de papel. Fragilidad. El país desnudo, sin resortes. Discusión. Los generales libraban su particular batalla interna debilitando nuestra posición. Incomprensible. La economía lloraba sin consuelo. Desesperanza. Pero el éxito científico la tornó en esperanza. Una esperanza envuelta en olas. Demasiadas. Y más olas. En esas, arranca la vacunación. Crecimiento. Una vacunación que también viene en forma de inyección económica. Europa arriesga. La economía comienza a despegar. Y es que todo lo que sube, baja. Y al revés, también. Recientemente el control sanitario sufre amenazas, pero el papel de la economía, ahora más que nunca, es el relevante. Toca comer. España escala posiciones: Se busca la prosperidad. El presidente lo sabe. Suena el teléfono. Una llamada … Nadia, ¿lo coges tú? >>.

La demanda interna embalsada abandona el hospital. El aumento del consumo, hasta estos momentos maniatado, ha agitado nuestras ratios, pero los últimos coletazos de este virus están provocando una cierta corrección en la senda de crecimiento proyectada. Los indicadores adelantados no quieren más sobresaltos en la estimación. Llega la hora de la verdad. Ante los cambios que se avecinan, los Hispanos nos la jugamos. Y es que debemos encontrar un soporte estructural que garantice la sostenibilidad económica y financiera. La peligrosa espiral de deuda en la que estamos sumergidos y muchas de las medidas coyunturales que se adoptan al auspicio del rédito político complican lo anterior. ¡Stop! Quiero hablar sobre ella: la economía.

La ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, toma el mando. Tras su reciente nombramiento como vicepresidenta primera, la cartera de economía gobierna en tiempos duros de reconstrucción por tercera vez en la era moderna. Y es una situación dura porque actualmente a nivel macro se persiguen aspectos contrapuestos, como el crecimiento económico (promovido por políticas no convencionales) y contener la inflación. O bajar nuestras tasas de paro mientras perseguimos una mejora de la productividad. En el primer caso, regar la economía de dinero produce riqueza y empleo, pero también inflación. Una inflación presuntamente coyuntural, pero que nos mantiene en alerta. Como ejemplo, el marcaje al que se someten los bancos centrales cuando corrigen, con cierta similitud, sus políticas monetarias. Vigilan la inflación, pero tampoco quieren alentar ninguna guerra de divisas por el efecto en el tipo de cambio que provoque cualquier medida (solo hay que recordar lo sucedido tras la Segunda Guerra Mundial). Por otro lado, la tan ansiada mejora de nuestra productividad choca frontalmente con la necesidad de bajar drástica y urgentemente nuestro desempleo ya que estamos en una época donde el súbito avance de lo digital está provocando una eliminación paulatina del ser humano en pos de la máquina. Un objetivo, el de la productividad, difícil de conseguir con unas tasas de paro en el entorno del 16% (18% si incluimos el medio millón de personas aún en ERTE) y un desempleo juvenil tan desalentador (40%). En este contexto tan controvertido y de objetivos diametralmente opuestos, la economía del futuro debe pivotar sobre los siguientes ejes:

• Relajación de los tipos de interés. La disparatada deuda mundial, que iguala actualmente a la riqueza que se genera en el planeta Tierra, sugiere una relajación de los tipos para las próximas décadas. Lo contrario provocaría un default en medio mundo.

• Control de la inflación. Superado el efecto inflacionario, que deseamos sea estacional hasta que cesen las inundaciones de cash en el sistema, más nos valdría atacar a los cárteles que controlan el commodity con planes estratégicos que introduzcan y consoliden otras alternativas, o la inflación disparará de forma persistente el precio de la cesta y, como resultado, nosotros seremos más pobres.

• Congelar los tipos impositivos. En una cosa existe unanimidad: Nadie quiere pagar impuestos. Y en España es hora de contenerlos. Un gobierno progresista nunca los va a bajar, pero sí puede congelarlos. Necesitamos el máximo capital en circulación. Que España esté por debajo de la presión fiscal media europea merece otro artículo.

• Consenso. El gobernador del Banco de España, Pablo HdC, ya lo ha dicho por activa y por pasiva. Para corregir los problemas estructurales y reducir el déficit público necesitamos un acuerdo de nuestras fuerzas políticas que garanticen el cumplimiento de un conjunto de medidas durante varias legislaturas. Difícil.

• Empleo vs productividad. En épocas de reconstrucción prima el empleo. Reduzcamos nuestras tasas de paro. Es lo más urgente. Ya nos centraremos en la productividad.

• Y, por último, la educación es la piedra angular de cualquier plan. Debemos brillar para conseguir todo lo anterior: crecimiento, productividad, recaudación fiscal... Y el éxito, por término medio, trae causa del esfuerzo, el estudio y la perseverancia. La educación es un pilar que sostiene e impulsa el poder adquisitivo y, por ende, nuestra prosperidad. ¡A por ello!

-Nadia C.: ¿Sí, dígame?

-JR: Hola ministra. Soy José Ramón. Le llamo de parte del presidente. Mañana será usted vicepresidenta primera.

-NC: Gracias José Ramón, me alegro mucho. La verdad es que me encontraba algo sola en medio de esta batalla económica.

-JR: Opino igual. Comencé a escribir un artículo que titulaba Nadie con Calviño, porque pensaba que este Ejecutivo no iba a reconocer la relevancia de la cartera de Economía en esta fase de reconstrucción, todo ello, sin perder de vista la Sanidad, ¡claro está! Pero me llamó el presidente y, con la noticia, paré el artículo. Menos mal.

-NC: Pues sí, la economía manda.

-JR: Ministra, ¿cuándo viene a Málaga, a nuestra facultad?

-NC: Cuando queráis, pero solo pongo una condición.

-JR: ¿Cuál?

-NC: Me han hablado muy bien de la ensaladilla rusa de La Cosmopolita, ¿podemos probarla?

-JR: No hay problema. Aunque le aseguro que el verdadero problema vendrá cuando se acabe… ¡Ánimo, ministra!, ¡suerte, Nadia! + Responsabilidad = + Economía..