Opinión | Notas de domingo

Napia ilustre

Elizabeth Taylor en su recordada 'Cleopatra'

Elizabeth Taylor en su recordada 'Cleopatra' / L. O.

Lunes. Desayuno en el Café Central solo para poder decir cuando lo cierren -jubilación del propietario- que yo iba mucho. Ligeros síntomas de declive. Tardan. Suelo mojado. Se está bien dentro. Es de los pocos cafés de acogedor interior clásico. Tienen periódicos y en las mesas se mezclan turistas con profesionales de la zona. El mosaico famoso que describe los tipos de café, sombra, mitad, etc. tendría que ser puesto a salvo, ya lo dijo en este diario Alfonso Vázquez. Lo repetimos. El café está muy bueno. El bollo es mediocre y caro. La terraza del Central es la mejor de Málaga. Cuando uno va bien trajeado hay que pasar delante de ella como quien atraviesa una pasarela de moda, dejándose ver muy tieso e incluso saludando a la concurrencia. Siempre responde alguien. Un concejal, un viajante de comercio, un turista educado.

Martes. Cazuela de rape, que lleva huevo, patatas y tomate, en el Godoy, Muelle Uno. Vieja receta actualizada. Sublime. Especialidad de la casa. Saludo a algunos conocidos y me entretengo, una vez más, en el repositorio de fotos de las paredes. Muchos famosos. Gasol incluso. Antonio Banderas. En una mesa del fondo, redonda, un empresario come poco y ríe mucho. Mirando luego el mar desde la mesa me da por pensar cuánta vista va a hurtar el muelle de megayates que se construye. También pienso en las gaviotas, que organizan bandas y toman las olas por asalto. Las tardes de diciembre tienen un aire, un ambiente, una tentación whiskosa. Ah, no, que aún es noviembre.

Miércoles. Decía Monterroso que solo hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas. Enrique Vila Matas, zumbón, parafrasea en El País: solo hay tres temas: el amor, la muerte y la nariz de Cleopatra. Tal vez si la napia de la emperatriz hubiese sido menor, el mundo sería de otra manera. Vete a saber, Julio. César. El caso es que me quedo toda la mañana colgado de la frase y de sus posibles variantes. La muerte, el amor y las aceitunas. La muerte, el amor y los cambios de armario. La muerte, el amor y Valladolid. No sé qué opinan. La vida, el sexo y tarta de queso. A la noche, una peli de Jane Campion. No me entero de nada.

Jueves. En las reuniones de estrategia no es estrategia menor dónde te sientas. Hay somnolencia y cafés en vasos de plástico. Folios y bolígrafos Bic cortesía de la casa. Irrumpe de pronto una noticia gorda, con aristas, oblonga, desmesurada y con ramificaciones. No arde el whatsapp pero sí que coge ritmo. Hay un revuelo en el periódico como de redacción de antaño, no sé, mucha gente, corrillos, imperativos, urgencia, notable ruido de teclados. Esa adrenalina del periodismo. Ese venenito.

Viernes. Plató. Los milagros del maquillaje. No quiero estar guapo; quiero parecer descansado. Quizás anoche nos sobró un gimmlet. Ya en antena, pego una soflama contra los antivacunas, a los que tildo de terraplanistas. En realidad quería decir terroristas. En la sagrada hora del aperitivo de viernes camino recibiendo rayos de un sol majestuoso y en forma. Y compro el periódico y el pan, como si fuera un hombre ordenado y acabaran de dar las nueve de la mañana. «La lectura del periódico es la oración matinal del hombre moderno», ya saben eso de Hegel. Pero yo la oración hoy me parece que la voy a echar por la tarde después de una siesta. Compro un tomate que tiene más de un kilo. Soy un hombre entomatado con periódico y pan. Y maquillaje. Llego a casa silbando y haciendo planes para el puente, que para mí no es tal. Aunque a veces lo bueno llega inesperadamente. O no. Yo qué sé. Al final del día me compro un abrigo. De alguna manera hay que acabar el día. Y las intenciones se me estaban enfriando.