Opinión | La calle a tragos

Una guerra en el bienio del miedo

Mientras andábamos anestesiados por el decorado apocalíptico que apuntaló el virus y ante el imprevisible disfraz del camaleónico siglo XXI, nos ha sacudido la guerra de la vergüenza

Vladímir Putin.

Vladímir Putin. / SPUTNIK

El mes de marzo arrastra en el pasado reciente un collage de postales traumáticas. En su eterno retorno al almanaque, el recuerdo de los funestos caminos de hierro de Atocha se entremezcla, desde hace dos años, con la emergencia letal que trajo a nuestras vidas la pandemia.

El coronavirus activó, en la antesala de la primavera de 2020, un ‘bienio del miedo’ que no solo sigue vigente. La triste y evitable actualidad -que nadie nos venda que una guerra como la de Ucrania era inevitable o imparable- delata a este periodo tan duro con una incontrolable vocación a la expansión.

Cuando creíamos que ya lo sabíamos casi todo y nos regodeábamos relajados en la poltrona acolchada del estado del bienestar, el Covid le enseñó lo que significaba tener miedo de verdad a ciertas generaciones más jóvenes. Y a las hornadas veteranas les mostró una versión del temor que, prácticamente, les resultaba desconocida. El miedo inédito era aquel que invade las parcelas cotidianas. El miedo a salir a la calle. El miedo a saludarnos con un beso o un abrazo. Incluso, el miedo a dejar de tener miedo.

Mientras andábamos anestesiados por el decorado apocalíptico que apuntaló el virus y ante el imprevisible disfraz del camaleónico siglo XXI, nos ha sacudido la guerra de la vergüenza. La guerra que no merece Ucrania. Ni ningún otro pueblo. Se nos han abierto nuevamente los ojos, con ganas de cerrarlo, frente a ese error repetido a lo largo de los siglos con el que la condición humana proyecta sus aristas más abominables.

La provocada por el inhumano Vladimir Putin -un criminal al que aún no le han parado los pies quienes están en condición de hacerlo- es una guerra de las de siempre. Aunque la teoría se haya modernizado tanto, la última en estallar no ha sido una guerra bacteriológica ni tecnológica. Es una guerra armada de las que mata a decenas de inocentes. Todo lo demás son elucubraciones baratas.

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