Opinión | El contrapunto

Tres días de mayo

El 9 de mayo de 2022, mes que ya anunciaba muy fecundas lecturas, me llegó la reciente antología de los últimos y siempre provechosos artículos del maestro don Rafael Torres. Lleva este título: ‘Demuestre que no es un robot’. Se ilustra la portada con ‘El futuro de las estatuas’, la obra del gran René Magrite, pintada en 1937. Iniciativa de mi ilustre tocayo, buen amigo y gran escritor y periodista, don Rafael Torres. Autor de esta última tanda de la colección de sus mejores columnas. Que van del jónico al corintio de las más bellas letras. ‘Breves formas’ periodístico-literarias que nos han iluminado el caminar en este mes de opulentas floraciones y amables céfiros, ya a punto de terminarse. Unos días después me llegó, nutricio y esperado desde el otoño de 2019, otro libro que ansiaba leer: ‘Brooklyn: The Once and Future City’. Editado por la modélica Princeton University Press. Es su autor el profesor Thomas Campanella.

Este brillante académico ennoblece a la siempre venerable Universidad de Cornell, de alguna forma también mi ‘alma mater’, gloria del estado de Nueva York y de la hermosa ciudad de Ithaca. La primera ilustración de esta deslumbrante historia de la barriada neoyorquina de Brooklyn es un fragmento de la costa noreste de Baffin Island, donde golpean las olas que llegan allí desde el lejano Ártico. Ese mar helado al que el profesor Campanella se refiere como el gran escultor del Estado de Nueva York, con Brooklyn como el cuarto trasero de Long Island, aquella montaña helada que se desprendió cuando los Grandes Hielos se retiraron, hace ya muchísimos siglos.

Los antiguos colonizadores holandeses llamaron a Brooklyn ‘Breukelen’, la tierra fracturada. Aquellas tierras se fueron convirtiendo en una gran ciudad y, ya a partir de 1898 en uno de los grandes distritos de la ciudad de Nueva York. Por diversos motivos, para mí Brooklyn fue siempre un lugar muy especial. Que llegué a conocer y a querer tan intensamente como a las barriadas de mi Málaga natal. He tenido el honor de conocer y admirar desde hace muchos años a un ilustrísimo médico madrileño, don Rafael Romero. Afincado en la actualidad en Marbella, donde reside, después de su brillante trayectoria en algunos de los más señeros hospitales norteamericanos.

Donde adquirió una muy merecida fama como cirujano general y eminente urólogo. Fue el doctor Romero un maestro de grandes maestros en las artes de la Medicina con mayúscula. Además de ser un gran y ejemplar español y noble ciudadano del mundo. Que también destacó siempre como un espléndido escritor e historiador, con obras muy importantes como el más elocuente de los avales. Por eso el pasado miércoles fue un día muy importante para el modesto autor de estas líneas. Cuando tuve el privilegio de recibir en Marbella un espléndido libro que recopilaba muchas de sus obras y estudios: ‘Historia y Medicina’. En esta obra, tan apasionante como imprescindible, don Rafael Romero nos habla de «lo que la Medicina debe a la Historia y lo que la Historia debe a la Medicina». Como lector de tan ilustre maestro, me emocioné cuando llegué finalmente al índice de este volumen, ya en la página 647. Les recomiendo humildemente la lectura de esta inteligente, sabia e interesantísima obra, con la seguridad de que me lo agradecerán siempre.

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