Opinión | 360 GRADOS

Se está jugando con fuego

Aniversario de la revolución bolchevique.

Aniversario de la revolución bolchevique. / YURI KOCHETKOV

No debería extrañarnos que el bloqueo por el Gobierno de Vilna del tránsito de mercancías rusas por ferrocarril desde y al enclave ruso de Kaliningrado haya sido interpretado en Moscú como una clara provocación de la OTAN.

Kaliningrado es un enclave ruso situado entre Polonia y Lituania y quedó incorporado a la Unión Soviética en el reparto de Europa que hicieron las potencias vencedoras al final de la Segunda Guerra Mundial.

Mientras perteneció a Prusia, su capital se conocía por el nombre de Königsberg, y allí nació y pasó toda su vida el filósofo alemán Emmanuel Kant, autor del famoso ensayo político dedicado a «la paz perpetua», lo que en las circunstancias actuales puede sonar irónico.

Mientras que el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, calificó de «inaudito» e «ilegal» el bloqueo lituano del enlace ferroviario con ese enclave, el Gobierno de Vilna lo justificó con el argumento de que no hacía sino cumplir las sanciones de la Comisión Europa a las mercancías rusas, algo en lo que le da la razón Bruselas.

La Comisión explicó que no se trataba de un bloqueo como tal, sino de inspecciones o controles específicos de las mercancías que entran en o salen de Kaliningrado para determinar que no se trata de las incluidas en las sanciones occidentales a Rusia como maderas, metales, cemento, materiales de construcción, productos tecnológicos y otros.

Lituania es una de las repúblicas bálticas donde vive desde tiempos de la Unión Soviética una minoría étnica rusa, que está, sin embargo, allí mucho menos discriminada que en las vecinas Letonia y Estonia, países que, pese a estar también en la UE, no conocen automáticamente la ciudadanía a los habitantes de origen ruso.

Al mismo tiempo, como el resto de esas repúblicas que estuvieron durante toda la Guerra Fría sometidas a la URSS, Lituania es hoy, junto a su vecina Polonia, uno de los países más beligerantes frente a Rusia por su invasión ilegal de Ucrania.

También decidió a finales del año pasado desafiar a China cuando aceptó la apertura en su capital de una delegación diplomática de Taiwán, lo que motivó las iras inmediatas del Gobierno de Pekín, que reclama esa isla como territorio propio.

De consolidarse ahora el bloqueo de mercancías en la línea férrea que une a Rusia con Kaliningrado y que transcurre por el llamado ‘corredor de Suwalki’, una franja de tierra polaca entre el enclave ruso de Kaliningrado y Belarrusia, Rusia se vería obligada a enviarlas por mar desde San Petersburgo.

El Kremlin teme, sin embargo, según su portavoz, que el próximo paso de la OTAN consista en bloquear también el acceso por mar, lo que podría provocar una reacción militar rusa y por tanto una peligrosa escalada del conflicto.

Otro temor del Kremlin es que la Alianza Atlántica trate de averiguar si Rusia, empeñada militarmente en Ucrania, está dispuesta a abrir un segundo frente en el Báltico. Las tropas de la OTAN están ya entrenándose en las cercanías del corredor de Suwalski, anticipándose a cualquier posible acontecimiento.

En caso de agresión rusa contra Lituania o Polonia, se aplicaría inmediatamente el artículo quinto de la carta de la OTAN, que considera un ataque a cualquiera de sus miembros como uno dirigido contra todos, lo que podría dar lugar a la Tercera Guerra Mundial.

Se está jugando con fuego hasta el punto de que parece que muchos empiezan ya a normalizar incluso un ataque con bombas nucleares tácticas, lo que provoca cada vez más preocupación en círculos pacifistas tanto de Europa como de Estados Unidos.

Varios institutos de investigaciones sobre la paz y los conflictos radicados en Alemania y adscritos a otras tantas universidades de ese país, acaban de publicar un informe que advierte sobre la espiral armamentista y muy especialmente sobre el peligro del arma nuclear.

En el otro extremo, el nuevo jefe del Estado Mayor británico, el general Patrick Sanders, se muestra de lo más beligerante: ha enviado una circular a sus tropas en las que les dice que deben estar preparadas para nuevas invasiones rusas en el continente europeo.

Hay que «construir unas Fuerzas Armadas capaces de derrotar a Rusia en el campo de batalla», afirma el británico. La guerra, diría uno en vista de sus palabras, es demasiado peligrosa para dejársela solo a los militares.

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