Opinión | La Libreta del Duque de Chantada

Mel Otero

El Unicaja de las naciones

Lorenzo Brown podrá jugar con España el Eurobasket de septiembre | AFP

Lorenzo Brown podrá jugar con España el Eurobasket de septiembre | AFP

El baloncesto evoluciona hacia un modo ‘open’ donde no habrá cupos por países. Acabará siendo absurdo hablar de jugadores españoles, cupos de formación, comunitarios, cotonús o extranjeros cuando las «trampas» están al orden del día. Las selecciones, además, se suman a esta verbena. Si el americano Holden dio un europeo a Rusia contra España y Bo McCalebb hizo soñar a Macedonia con una presea en el Europeo de 2011, esta practica ha llegado, ya sin disimulo, a las grandes selecciones que han dominado el panorama europeo en los últimos años, Francia y España. Después de utilizar jugadores con vinculación con el país, sobre todo por haber pasado por categorías de formación o haber jugado años en sus ligas, este año han llegado los fichajes puros y duros. Lorenzo Brown, que no vendrá a España ni para jurar la Constitución, y Joel Embiid jugarán con rojos y azules. No me gusta, creo que es una practica que atenta contra el modelo. En atletismo ya han tenido que poner límites a los países del golfo que se dedicaban a «fichar» africanos para las grandes competiciones y aquí deberíamos hacer algo, y si no cambiarles el nombre a las competiciones por países, porque dejaran de serlo.

En el formato club, no me parece mal. Es una competición de equipos profesionales y siempre he creído que debe primar la calidad sobre el pasaporte. La excusa de la identificación no cuela, y el ejemplo es el Baskonia, años y años sin casi jugadores españoles y mucho menos vitorianos, y los aficionados se mimetizan con su equipo porque la afinidad no se da sólo con la nacionalidad, se da con la permanencia, la actitud, la entrega y el comportamiento. En el otro lado está el Unicaja de la pasada temporada. Una apuesta por el producto nacional, con jugadores sobrepagados solo por su pasaporte y que no ha conseguido ni resultados ni una identificación de la grada con ellos, salvo un par de contadas excepciones. Un modelo que además es perverso porque, ¿para qué vamos a obligar a los clubes a jugar con españoles para defender a la selección, si luego la selección ficha americanos?

Este nuevo modelo provoca que Unicaja, a falta de dos fichajes, tenga cinco americanos, pero ninguno jugará con el pasaporte del país del tío Sam. Perry es montenegrino, Kalinoski, belga; Thomas, georgiano; Osetkowski, alemán; y Kravish, búlgaro. Lima, brasileño, jugará con pasaporte español y Djedovic, que es bosnio, jugará con pasaporte alemán, pero al haber estado en la cantera del Barça es cupo de formación y contará como español. ¿Esto es serio? Y no lo digo por Unicaja, lo digo por el sistema. ¿Es sostenible? La gran utilidad de las ventanas para los países pequeños es nacionalizar jugadores. Montenegro nacionalizó en la última ventana a Radebaugh, recientemente fichado por el Valencia. En la siguiente lo hará con el cajista Kendrick Perry. Y el Europeo es probable que lo juegue Justin Cobbs. Bulgaria jugó la anterior ventana con Dee Bost y en la próxima nacionalizará al cajista Kravish. Y así podríamos seguir con la casi totalidad de los países europeos. Si abrimos el melón de los pasaportes «cotonús», este periódico no tiene hojas suficientes en toda la semana para contarlo.

Creo que el baloncesto necesita sentarse y abordar los múltiples problemas que tiene en su propia estructura si quiere seguir creciendo y ser sostenible. El baloncesto se juega con diferentes reglas según las competiciones y los continentes, la guerra FIBA-Euroliga y los problemas con el calendario son insostenibles en el tiempo, los «fichajes» de jugadores para selecciones, ya hasta en categorías inferiores… y algunos más son problemas que empiezan a poner demasiados palos en las ruedas de un deporte que ya empieza a tener dificultades para rodar solo.

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