Opinión | La señal

Rushdie y todos nosotros

El escritor Salman Rushdie

El escritor Salman Rushdie / NICK CUNARD / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

Unos dicen que es poca vergüenza, yo creo que no es poca. Un sucedido, que Abu Mazen, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, viaje a Alemania para hablar de los «cincuenta holocaustos» que Israel habría cometido es algo más que miserable. Ya el tipo, en su tesis doctoral que realizó en 1982 en la URSS -¿dónde si no?- apuntaba sus dudas sobre la cifra de judíos asesinados. Así se empieza. Pero el canciller Scholz, que le escuchaba desde el otro atril, no le contestó en vivo y en directo, y solo con mucho comedimiento -que también se llama cobardía- lo hizo unas horas después, para no molestarle demasiado, en la nación que levantó los hornos crematorios que elevaron al cielo las cenizas de un millón de niños judíos y cinco más de sus padres, madres... Lo ha dicho el director del Museo del Holocausto, Danny Dayan, las palabras de Abu Mazen son de «una asquerosa bajeza que no tienen perdón». Abu Mazen y la banalidad del mal de la Shoá. Estos son los tipos que subvenciona la UE, ¿verdad, Josep?, no importa que no haya elecciones entre los palestinos desde 2006 -¡y qué elecciones!-. Son otra clase de demócratas, ¿por qué vamos a creer que solo son demócratas quienes creen en la democracia?, pues eso.

Lo mismo que Le Carré, que ni se llamaba así - David John Moore Cornwell- del que me acuerdo ahora a propósito del que se dice musulmán y ha apuñalado hasta diez veces a Salman Rushdie por la fetua que, en su día, el imán Jomeini decretó contra el autor de Los versos satánicos. Bueno, pues el autor de El espía que surgió del frío y El topo dijo hace años que «no existe ley por la cual las grandes religiones puedan insultarse con impunidad», lo que no existe es ley que lo prohíba, John, que no te enteras, si Smiley se levantara... Esta forma de argumentar también es propia de Francisco, que no el cantante, vayamos a confundir, que tras la matanza islamista de Charlie Hebdó no se le ocurrió otra cosa que apostillar que la libertad de expresión tiene límites y que si alguien le mentaba a su madre él le atizaba un puñetazo. Ejemplo de santidad en vida. Es lo que tiene un papa laico. Pero no pasa nada, hace unos años el traductor al japonés de aquel libro de Rushdie fue asesinado, el traductor al italiano apuñalado y al editor noruego le pegaron tres tiros. Afortunadamente, Rushdie sobrevive y tras este enésimo atentado han vuelto a dispararse las ventas del libro que los enemigos de la libertad tacharon de blasfemo. Pero, ojo, el Gobierno del cow-boy dormido solo calificó el atentado de «reprensible», vamos, que no estuvo bien…

Otra cosa distinta es la eutanasia del pistolero de Tarragona -que quedó tetrapléjico tras su locura con fuego real-, que tras el fallo del Constitucional será el 23 de agosto. Claro, sin muerte asistida habría juicio. El tío se evade de la justicia del mundo y se va a la otra, que es más misericordiosa. No, quédese usted aquí, sentadito, que le vamos a juzgar para su oprobio.

Pero los drones llenan de luz y color el cielo de Málaga y eso es lo que importa. Bueno, y que el territorio de la juventud del real se vuelve a abrir para que haya música para todos, y que no falte de ná, que no se cayó bien una parte del escenario. Pero un apunte, ahora que el pánico de los pinchazos de la llamada sumisión química ha corrido por toda España como la ola del melillero, pinchazos tales poquitos, lo general es imitación criminal para divertirse en manada y, según los más, campaña de miedo, que así nos tienen más aherrojaditos.

También hace escasas fechas volvieron a detener a un miembro de la banda del patinete, que tenía prohibido pisar el centro histórico. Quizá se confiaba que iba a hacer caso el joven marroquí, y a la vista está, ya lo dijo Jeremías, no lo voy a repetir. Octavio Paz lo intuyó:

Prófugo de mi ser, que me despuebla

la antigua certidumbre de mí

mismo,

busco mi sal, mi nombre, mi

bautismo,

las aguas que lavaron mi tiniebla.

Me dejan tacto y ojos sólo niebla,

niebla de mí, mentira y espejismo:

¿qué soy, sino la sima en que me

abismo,

y qué, si no el no ser, lo que me

puebla? (…)

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