Opinión

Inversiones sensatas

Vista del hotel Meliá Don Pepe.

Vista del hotel Meliá Don Pepe. / Francisco Moyano

Generalmente a la ciudadanía le preocupa que sus representantes en la Administración local inviertan con acierto y en aquello que realmente contribuye al bien común. Pondré unos cuantos ejemplos de decisiones adoptadas por la corporación municipal en los años 1957 y 1958, cuando presidía el Ayuntamiento de Marbella, en su segunda etapa, el alcalde Francisco Cantos Gallardo. Los presupuestos con que contaba aquel ayuntamiento, comparados con los actuales, parecen un juego de niños. Por eso priorizar con eficacia era casi una obligación.

En junio de 1957, el alcalde recibió en su despacho de alcaldía a una representación de la empresa Viajes Meliá, que ya era consciente del potencial turístico de Marbella y que, cuando entró en el sector de los hoteles, construyó en 1964 uno de los más icónicos: el Meliá Don Pepe. La visita de esta comisión tenía como objetivo comunicar al primer edil que el próximo número de la revista España, que editaba Meliá, estaría íntegramente dedicada a Málaga y su provincia, de forma que un determinado número de páginas se dedicarían a Marbella, informándose sobre aspectos culturales, literarios y artísticos de la ciudad.

Ofrecían al ayuntamiento la posibilidad de incrementar el número de páginas, subvencionando cada una de ellas con cuatro mil quinientas pesetas (algo más de 27 euros). El alcalde lo propuso al consistorio, argumentando la conveniencia de contribuir por el hecho de tratarse de una prestigiosa publicación, editada en tres idiomas y con una difusión por número de cuarenta mil ejemplares. Destacaba igualmente el alcalde que la ‘propaganda’ que proporcionaría sería muy beneficiosa para el incremento del turismo en la ciudad. Como consecuencia de estos razonamientos, se llegó al convencimiento de que era necesario un pequeño sacrificio presupuestario y contribuir con la subvención de dos páginas más, es decir, una inversión de nueve mil pesetas (54 euros).

En el mes de octubre del año siguiente , el alcalde propuso la compra de un aparato de rayos x portátil para equipar el hospital municipal, actualmente el Centro Cultural del Hospital Real de la Misericordia. Se adquirió en la Casa Técnica Electrónica y Mecánica S.A. de Madrid y era de la marca Trophy. Representaba una inversión notable porque ascendía a cuarenta y nueve mil pesetas. Planteaban que no supusiese ninguna merma para la hacienda municipal y que se abonase mediante el aporte de donaciones. En aquel momento contaban con la primera de ellas que ascendía a diez mil pesetas. El resto, en espera de nuevas donaciones, se iría pagando, con un incremento del diez por ciento por pago aplazado, mediante efectos aceptados de 18 plazos mensuales, cuyo presupuesto se habilitaba para el ejercicio de 1959. Sin duda un aparato de esas características suponía una sustancial mejora de las infraestructuras sanitarias de Marbella. Los marbelleros comenzaron a comentar que, cuando iban a un reconocimiento médico les «ponían la pantalla», que hacía visible lo oculto; naturalmente para quien supiera ver.

Al mes siguiente, noviembre de 1958, el ayuntamiento tiene conocimiento de que el Obispado de Málaga, mediante el Patronato Mixto, había decidido construir dos escuelas, viviendas para los maestros y capilla en el barrio de pescadores de La Bajadilla. Se solicitaba a la corporación una subvención que ayudase a la realización proyectada. Decidieron los ediles contribuir con cuarenta mil pesetas, que serían consignadas en los presupuestos ordinarios de los siguientes ejercicios. Estas escuelas permanecerían en funcionamiento hasta los años setenta, con maestros como María Compás o Aquilino Salas.

Aquel mismo año, cuando se aproximaban las fechas de la Semana Santa, la Agrupación de Cofradías, que entonces estaba integrada exclusivamente por las hermandades de Nuestra Señora de la Soledad, Nuestro Padre Jesús Nazareno y Santísimo Cristo del amor, solicitó subvención municipal para hacer frente a los gastos que originarían las diferentes salidas procesionales. Se concedió una subvención de tres mil pesetas con cargo al presupuesto ordinario del ejercicio.

Investigando, de manera general, en las diferentes inversiones de estos años, se constata la diversidad de las mismas y la amplia horquilla de cantidades que iban desde las pequeñas, como las reseñadas anteriormente, a otras (generalmente relacionadas con las obras públicas) de mucha mayor envergadura y que requerían de habilitaciones presupuestarias extraordinarias, o de contribuciones especiales que debían pagar los vecinos y que, naturalmente, no eran acogidas con demasiadas ganas. Aún no se había descubierto el procedimiento de construir hoy y destruir después del paso de tres años para volver a levantar lo mismo, maquillado con un nuevo rostro.

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