Opinión | PALABRAS GRUESAS

Esconder la pobreza

Esconder la pobreza.

Esconder la pobreza. / L. O.

De la misma forma que hay síntomas que demuestran la existencia de enfermedades en las personas, existen otras muchas pruebas que evidencian la existencia de graves problemas en nuestras sociedades. Entre los más importantes se encuentran la pobreza y la desigualdad que, como una grave enfermedad social, se extienden por todo el mundo, de manera muy distinta, pero avanzando como uno de los grandes males que dañan la vida de las personas y amenazan la convivencia.

La pobreza es estudiada por universidades y centros de investigación de todo el mundo, centrando las preocupaciones de cada vez más instituciones internacionales, precisamente por su gravedad y repercusiones. No son solo las Naciones Unidas o los organismos especializados encargados de intervenir sobre ella los que trabajan decididamente por conocerla, comprenderla y proponer soluciones para reducirla, sino que instituciones como el Fondo Monetario Internacional o la propia Unión Europea están impulsando importantes estrategias para contener y reducir su impacto, colocándola como uno de los problemas globales más importantes de la humanidad.

Pero en España, la derecha carpetovetónica está impulsando soluciones únicas a nivel mundial, no solo para acabar con la pobreza y los pobres, sino para que dejen de molestar. Recordemos a aquella diputada del PP que, desde los escaños del Congreso, mientras se debatía una propuesta para aumentar las ayudas a los parados, lanzó un grito contundente, afirmando “que se jodan”. También en las Cortes Valencianas, otra diputada autonómica del PP afirmó, sin despeinarse, que una parte importante de las ayudas que recibían los pobres se las gastaban después en televisores de plasma, para negar el aumento de ayudas a la población más vulnerable, raquíticas en la etapa en que gobernaron los populares.

Aquí, en el Ayuntamiento de Alicante, el gobierno municipal del PP dirigido por el popular Luis Barcala ha dado un paso más en esa política de acabar con la pobreza por la vía de poner a los escasos policías municipales de la ciudad a sancionarlos, una idea original donde las haya, porque si son pobres y duermen en la calle será porque no tienen recursos, de manera que difícilmente podrán pagar las cuantiosas multas que el Ayuntamiento de Alicante propone. Pero esa Ordenanza sirve para contentar a la extrema derecha y trasladar a los que consideran como indeseables fuera de su vista, que es en realidad lo que quieren. Al parecer, el traslado de numerosas personas vulnerables y sin techo desde Alicante a los municipios vecinos forma parte también de la estrategia de quitarse de en medio a los desdichados.

Pero ahora, la derecha económica y política, que tanto monta monta tanto, ha ido mucho más allá, proponiendo una original fórmula para acabar con la pobreza en España, única en el mundo. No crean que se trata de priorizar a los colectivos más vulnerables y precarios, ni focalizar sobre menores y hogares monoparentales los programas de intervención, trabajar con programas de inserción sociolaboral o impulsar rentas de subsistencia. Ni siquiera quieren rescatar esa caridad que tanto ha gustado históricamente a esa derecha católica, apostólica y romana, ni mucho menos. La propuesta de la derecha hispana trata de hacer realidad ese refrán tan nuestro que dice: “Ojos que no ven, corazón que no siente”, que es algo parecido a lo de Barcala, pero ahorrándose todo el lío de municipales a la caza y captura de pobres y menesterosos.

La genial propuesta que acaba de lanzar el presidente de la patronal de los empresarios españoles, Antonio Garamendi, es tan elemental como eficaz porque sin esfuerzo, sin recursos ni preocupaciones permitirá acabar de un plumazo, de un día para otro, con la pobreza y, con ello también, con todos los pesados que nos dedicamos a estudiarla y hacer propuestas para reducirla. Sin olvidar el importante ahorro que va a representar para los prepuestos de todas las administraciones públicas. Una bicoca, se mire por donde se mire. La solución del presidente de la CEOE consiste en “dejar de hablar de ricos y pobres”, con el argumento de que “radicaliza la sociedad entre buenos y malos”.

Imagino que no tardarán en extender la propuesta a otros muchos problemas sociales y políticos, como dejar de hablar de defraudadores fiscales porque radicaliza la sociedad entre cumplidores con Hacienda y delincuentes, dejar de hablar de corrupción porque radicaliza la sociedad entre personas decentes e indecentes o dejar de hablar de violencia de género porque radicaliza la sociedad entre agresores patriarcales y víctimas. Es tan eficaz, cómoda y sencilla la propuesta que no se entiende que no la hayan aplicado desde las Naciones Unidas.

Así, no perderemos el tiempo fijándonos en que somos el cuarto país de la UE con mayores tasas de pobreza, en que el 27,8% de la población de España está en riesgo de pobreza o exclusión social, en que uno de cada tres pobres en España tiene empleo y uno de cada diez tienen estudios superiores, en que 38.770 españoles tienen un patrimonio superior a 4,5 millones de euros acumulando todos ellos más riqueza que el 50% de los pobres, siendo los que menos impuestos pagan proporcionalmente.

En España, empieza a ser revolucionario hablar de pobreza, llamar a los pobres por su nombre y trabajar para que salgan de la privación y la exclusión

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