MIRANDO AL ABISMO

Febrero y la música

María Gaitán

María Gaitán

Sé que voy a parecer contradictoria en la columna de esta semana pero no es que me importe demasiado, ya me he acostumbrado a mis rarezas. Decía esto porque he pregonando, hasta quedarme sin voz, que odio el invierno y el frío y que estoy deseando que llegue mayo, pero es mentira, o al menos una verdad a medias.

Sí, odio el frío y el invierno, pero me encanta el mes de febrero, lo espero con ansia cada año. Es así porque febrero es el mes de la música, de la rebeldía, de la insumisión y del levantamiento del pueblo andaluz contra el poder, todo esto concentrado en la figura del carnaval de Cádiz. Los carnavales son esa fiesta irreverente y canalla en el que mi pueblo canta y cuenta las cosas que no terminan de marchar bien en el mundo.

Mi abuela paterna es de Sanlúcar de Barrameda, provincia de Cádiz, y trajo con ella el carnaval cuando vino a vivir a Málaga. Cádiz y su carnaval han formado parte de mi vida siempre, he canturreado estribillos y cuplés de agrupaciones como ‘El que la lleva la entiende’ o ‘Los borrachos’, ‘Los últimos en enterarse’, ‘La familia peperoni’, ‘Una chirigota con clase’ y podría seguir pero tengo un límite de palabras.

La primera vez que fui consciente de una agrupación y de la importancia que tenía la música como arma contra la injusticia fue con los ‘Yesterdays’, una chirigota del año 1999 del desaparecido autor y filósofo Juan Carlos Aragón. Yo había escuchado, que no entendido, a los ‘Piratas’ de Antonio Martínez Ares, pero fue Juan Carlos, con su lenguaje crudo y sin artificios, el me hizo darme cuenta de que el carnaval es alta cultura. Que el sur es un pueblo que canta, que convierte su sufrimiento en arte y que pelea por sus derechos con un bombo, una caja y una guitarra.

Con la edad pude apreciar la elegancia de la pluma de Martínez Ares y cómo plasmó con una certeza absoluta los defectos y las virtudes de los andaluces en su comparsa ‘El perro andaluz’ y cómo o se puede hacer arte del dolor más grande, la pérdida de un ser querido, como hizo en ‘Los cobardes’ y como también hizo Tino Tovar en ‘Tic Tac’.

Me pregunto muchas veces si al escuchar a Juan Carlos fue cuando creció en mí esta vocación de estudiar y enseñar Filosofía, de hablar siempre claro con mis adolescentes. O si, por el contrario, fue esa lírica rebelde y sutil de Antonio la que me hizo querer encontrar las raíces de las emociones cada vez que escribo un poema.

Lo que sí sé sin ningún género de duda es que ya estamos en febrero y febrero suena a Cádiz, suena a bombo y caja, a 3x4, a carnavales.