Gato adoptivo

Sánchez en ‘Fauda’

Imagen promocional de la serie ’Fauda’.

Imagen promocional de la serie ’Fauda’.

Ferran Boiza

Fauda no es sólo la serie de moda que está teniendo una segunda vida en Netflix tras los brutales ataques terroristas de Hamás contra Israel; significa también «caos» en árabe, y es el término utilizado por las fuerzas israelís infiltradas en los territorios palestinos para alertar a las unidades de rescate de que han sido descubiertas y solicitar su evacuación.

Desde el pasado viernes, cuando el presidente Pedro Sánchez y su homólogo belga, Alexander de Croo, protagonizaron una polémica rueda de prensa justo en el puesto fronterizo de Rafah, entre el sur de Gaza y Egipto, la diplomacia española vive en una fauda permanente.

Sánchez, que un día antes había tenido una tensa reunión con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en la que le afeó el número «insoportable» de bajas civiles, puso sobre la mesa la posibilidad de que España reconozca al Estado palestino en solitario si la Unión Europea en su conjunto no da pasos en esta dirección. No es una posición novedosa de la diplomacia española, además de un compromiso de legislatura de Sánchez, ni tampoco original, ya que 136 países de todo el mundo reconocen ya a Palestina, nueve de ellos de la propia UE, si bien la mayoría por su antiguo vínculo con la Unión Soviética. Pero es cierto que el momento y el lugar escogido para proclamarlo ha causado sorpresa y una crisis diplomática sin precedentes con Israel.

El movimiento de Sánchez hay que situarlo entre la táctica y la estrategia. Acuciado por las protestas en la calle y la ofensiva política y judicial contra la ley de amnistía que le ha permitido renovar su mandato en el Gobierno, el conflicto con Tel Aviv mueve el foco de la actualidad para iluminar el violento choque entre Israel y los terroristas de Hamás, en el que los españoles tienen una posición mayoritariamente propalestina que el presidente no quiere desaprovechar.

Al menos, así se analiza en el PSOE, después de que la decisión del Gobierno de alinearse con Marruecos respecto al Sáhara abriera una brecha ante la opinión pública. Que los medios de comunicación informemos en tiempo real de las consecuencias de la respuesta del Ejército israelí al ataque terrorista del 7 de octubre, entre ellas la muerte de decenas de niños, pero que sólo algunos escogidos –como el propio Sánchez– hayan podido ver las imágenes del asalto de Hamás a los kibutz, facilita la solidaridad de los españoles con el que identifican como el eslabón más débil en este conflicto.

Sánchez se sube a la ola propalestina que recorre España para hacer olvidar las cuitas internas, esa es la táctica, a la vez que se distancia del resto de líderes europeos que han visitado a Netanyahu en las últimas semanas -ahí empieza la estrategia- para potenciar su perfil internacional, posicionarse como referente de la izquierda en las elecciones al Europarlamento del mes de junio y mejorar las relaciones con los países del norte de África, en suspenso desde que España apostó por Rabat frente al Sáhara. No puede calificarse de casual que precisamente hace unos días Argelia hiciera volver a su embajador a Madrid, retirado tras el reconocimiento español de la potestad de Marruecos sobre la antigua colonia.

En el palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, se admite que las polémicas declaraciones de Sánchez durante su gira por Oriente Próximo responden a la convicción del presidente del Gobierno, pero también a las necesidades de la política exterior española. La fauda es lo contrario a la diplomacia, por lo que no se puede sostener que fueran unas palabras improvisadas, aunque se admita que no se informó previamente a los aliados.

España se arriesga a perder el papel de puente que tradicionalmente ha mantenido entre el mundo árabe y el país hebreo, como explicaban este fin de semana fuentes diplomáticas a nuestro especialista Mario Saavedra, pero en la balanza pesa más la necesidad de mantener bien engrasadas las relaciones con los países del norte de África, especialmente por la inmigración, que con Israel.

Como ha demostrado en el pasado, el presidente Sánchez se mueve con soltura en la fauda, y no sólo interna.

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