Hoja de calendario

Pueriles rivalidades gallegas

Operarios recogiendo pellets en una playa.

Operarios recogiendo pellets en una playa. / L. O.

Antonio Papell

Antonio Papell

Galicia, en su lugar estratégico, ha vuelto a ser víctima de un incidente naval cerca de sus costas, como ya ocurriera con el hundimiento del Prestige en 2002, que provocó una catástrofe medioambiental de extrema gravedad. Esta vez, el problema ha sido causado por el derrame de pellets de plástico, unos pequeños nódulos que infestan las playas, perjudican a los animales marinos y al desgastarse producen microplásticos que contaminan las aguas.

El presidente gallego convocó elecciones autonómicas para el mes que viene y teme que este contratiempo pueda perjudicarle. De momento, la Xunta resta importancia a lo ocurrido (igual pasó con el chapapote, que fue al principio mera acumulación de «hilillos de plastilina») y se niega a elevar el grado del incidente para que no intervenga la administración central, que lógicamente está a lo que le diga la administración autonómica y se ha brindado a colaborar. Pero su gesto ha sido malinterpretado y rechazado con brusquedad.

Ya sabemos que muchos políticos están en esto para colmar sus propios objetivos y les importa una higa el interés general (a veces es difícil distinguir al oportunista del solvente), pero los desaprensivos deberían tratar de disimular esta perversión para que los ciudadanos no se percaten demasiado del engaño. Como siempre, los primeros que han acudido a resolver este acuciante problema medioambiental han sido los ciudadanos, que recogen abnegadamente y gratis los vertidos. Harían bien sus servidores públicos en no irritarlos, poniendo al menos la buena voluntad de su parte. La rivalidad en las alturas de poder es una afrente a estos honrados gallegos que se vuelcan sin pedir nada a cambio en el servicio a su tierra.

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