La señal

Memoria y bombas atómicas

Vicente Almenara

Vicente Almenara

La verdad es que los Goya suponen un espectacular diarreico nacional. Cada año asistimos a esta ópera bufa en la que alguien dice algún dislate sobresaliente. Este año hubo dos. Uno, el de Inés Hernand, “eres un icono, presi, ¡te queremos!”. El otro, el de Almodóvar, que mandaba mensajitos para confundir, aquello de que las subvenciones las devuelven con creces. La realidad es otra: el año pasado, el cine español recibió 167 millones y recaudó 80 en taquilla. Pero Pedro debía andar por Panamá y no se enteró.

La verdad es que ver al doctor Jekyll de smoking y a la favorita de Jorge Mario de rojo satén no tiene precio, aunque se paga. Y es que a esas horas eran asesinados dos guardias civiles en Barbate por el narco, cuando una dotación de la Benemérita en un flotador de la señorita Pepis se enfrentaba a una lancha que parecía recién salida del infierno. No me extraña que la viuda de David Pérez Carrasco rechazara que el ministro le impusiera una medalla a su marido sobre el féretro, dignidad se llama. El pone condecoraciones tenía antecedentes, ya en septiembre de 2022 disolvió la unidad que coordinaba la lucha contra el narco (OCON Sur), y es que daba resultados, pero se creyó los bulos del enemigo acerca del comandante al mando de aquellos 130 hombres y se acabó.

De todas formas, mientras la droga suponga un porcentaje tan alto del PIB de Cádiz, ¿para qué va a invertir allí el Gobierno en la economía productiva? Si hubiera voluntad política de acabar con este crimen organizado, la Guardia Civil y la Policía se verían auxiliados por la Armada española, que impediría el paso de cualquier embarcación sospechosa por el Estrecho. Si el Ejército colabora en extinción de incendios o inundaciones, ¿por qué no lo va a hacer la Armada en la lucha contra estos desalmados? Poder se puede, querer a la vista está que no. Por eso, Marlasca ha reforzado la Policía con seis agentes más, sin dietas y durante la friolera de ¡seis meses!, sí señor.

Otro de los hombres del ministro más competente, Javier Salas, el subdelegado del Gobierno en Málaga, dice en su nueva toma de posesión que “todas las grandes inversiones en la provincia han venido de la mano del PSOE”. Se refería, claro está, al anunciado tren del litoral de Málaga a Algeciras, por ejemplo, del que ni le consta su necesidad al Ejecutivo. Pero ya se sabe que los subdelegados del Gobierno están para lo que están, los ingenuos no tienen plaza en este autobús.

Entonces, Alberto Núñez Feijóo, que no quiere ser menos, se mete en un lío con la amnistía de Puigdemont y esas zarandajas. Meter la pata en la recta final de la campaña electoral, tiene mérito, desde luego. Pero si Feijóo es también nacionalista allá en Galicia, lo demostró con la lengua gallega, no va a entender a Puigdemont…, ya veremos esta noche las papeletas de su protegido Rueda.

Pero la semana no se está quieta, sino que el pobre Alberto Garzón -que se ha quedado solo con 5.000 euros mensuales por su condición de exministro- ha renunciado a fichar con Acento, del aventajado Pepiño Blanco, por las críticas que ha provocado, no porque fuera poco o nada ético, no. ¿Y la autocrítica, camarada? Lo de las puertas giratorias es para los otros, nosotros subimos directamente en ascensor.

Pero no seamos pesimistas, algunas cosas salen bien, como el “mataleón” que una auxiliar de farmacia de Málaga le hizo a un delincuente que destrozaba su oficina. Tolerancia cero con los malos. Bien hecho, señorita.

Y es que el mundo es muy inseguro desde que Biden duerme en la Casa Blanca, mira que confundir a Al Sisi, de Egipto, con el presidente de México, y van… Si hasta el informe del fiscal pone en duda su capacidad cognitiva. ¡Tiene a su lado el maletín nuclear y no lo mandan a casa con Jill, su esposa! Se me olvidaba, también acaba de criticar la escasez de patatas fritas en las bolsas de los supermercados diciendo que si se creen los fabricantes que somos tontos. Jorge Luis Borges le respondería:

En su grave rincón, los jugadores

rigen las lentas piezas. El tablero

los demora hasta el alba en su severo

ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores

las formas: torre homérica, ligero

caballo, armada reina, rey postrero,

oblicuo alfil y peones agresores.