Opinión | Viento fresco

Más urnas que bares

Se nos da mejor organizar unas elecciones que un Festival de Eurovisión

El ministro de Transporte y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, en el Congreso de los Diputados.

El ministro de Transporte y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, en el Congreso de los Diputados. / Alejandro Martínez Vélez - Europa Press

En abril votarán los vascos, en mayo los catalanes y en junio todos los españoles en las europeas. Se nos da mejor organizar unas elecciones que un Festival de Eurovisión. España es un país efervescente con una política de alto voltaje y una crispación que viaja del Congreso de los Diputados a las churrerías. La gente toma café defendiendo a Ayuso o atacándola, creyendo a Sánchez o a Feijóo, comentando los tuits de Óscar Puente y apostando un anís a si Puigdemont estará o no en Cataluña para el debate de investidura.

-Oiga, usted dónde desayuna.

Iba a escribir que el riesgo de todo esto es el hartazgo. Será para algunos, pero los muy cafeteros de la política gozan con todo este movimiento, campañeo, proclamas, encuestas y estrategias. La hora estelar del tertuliano. El momento de los codazos por ir en las listas. Y eso con riesgo de que haya pronto Generales. La legislatura no es que penda de un hilo, es que hay una maraña de hilos que se entrecruzan y enredan en continuas carambolas que no se sabe dónde van a desembocar. Las elecciones catalanas, por ejemplo, las han provocado los Comunes no votando los Presupuestos, pero se supone que estos son aliados del PSOE en el plano nacional y que al PSOE le conviene ahora la tranquilidad. Sin embargo, un posible triunfo solvente del PSC podría mandar un poco al carajo la influencia de Junts y algunas de sus pretensiones, que son básicamente dos: librar a Puigdemont de ir a la cárcel y organizar un referéndum. Votando se entiende la gente. Pero no los políticos que se ven obligados a unas, en teoría, saludables alianzas que al final se tornan perniciosas.

Para el espectador escéptico todo adquiere unas proporciones surrealistas y la sensación de un ambiente viciado por el sectarismo, la corrupción y los Torquemadas. Votar es bueno. Lo lamentable sería no tener opción de hacerlo. Vamos a estrenar lehendakari, president y eurodiputados. Todo en primavera que a lo que se ve es tiempo de brotes tiernos, florecimiento de margaritas y ebullición de líderes. Dentro de cien años todos calvos, pero como no estaremos para verlo, nos quedamos con que dentro de cien días, todos votados. Tenemos más elecciones que comercios tradicionales. A este paso más urnas que bares. Para ser un país tan anarquistón nos vamos civilizando: nos gusta ponernos disciplinadamente en cola en los colegios electorales, elegir la papeleta y votar enseñando la papela en regla. Está bien que así sea pero a veces le entra a uno esa melancolía de no saber si hay mucho donde elegir.