Real de la Feria

Y Málaga volvió a brillar con su Feria en el Real

El pregón de Maria Peláe y el encendido de luces inauguraron la fiesta más esperada de los últimos años - Tras dos años de espera, miles de personas acudieron al Real para dar la bienvenida a la Feria 2022

Un grupo de jóvenes posa delante de la portada del Real de la Feria.

Un grupo de jóvenes posa delante de la portada del Real de la Feria. / Gregorio Marrero

Arancha Tejero

«Illo que bonito, no me puedo creer que estemos aquí otra vez» comentaron dos chicas al bajarse del autobús y divisar ante ellas la tradicional réplica del Palacio de la Aduana iluminado por miles de bombillas. Sin duda, un sentimiento compartido por la mayoría de los malagueños a los que se les ha hecho demasiado larga la espera. Las ganas de Feria de Málaga y de pasarlo bien se apreciaban en el ambiente y en los rostros de cientos de personas que posaban, ante la deslumbrante Puerta Principal, exhibiendo su mejor sonrisa.

Sin embargo, los malagueños no habían sido los únicos habían añorado estas fiestas. Un grupo de 19 mujeres, vestidas con trajes de flamenca, habían soportado cinco horas de autobús solo para disfrutar de la Feria de Málaga.

Pocas fueron las mujeres que se enfundaron en el traje de gitana para estrenar la Feria de noche. Sin embargo, muchas fueron las que eligieron el estampado de lunares en sus blusas, faldas o pantalones, para darle así un toque flamenco a su conjunto. El Cortijo de Torres aunó todo tipo de ambientes en la primera noche de Feria. Estaban quienes habían decidido lucir sus mejores galas o quienes optaron por la comodidad del zapato plano y camisetas de manga corta, en un intento de huir del calor.

Y Málaga volvió a brillar con su Feria  |

Cientos de personas paseando en la zona de las atracciones. / Gregorio Marrero

Aunque el terral había dado una tregua y una cálida brisa acariciaba de vez en cuando a los feriantes, a las 23.30 horas de la noche el termómetro aún marcaba los 29 grados. Razón por la cual, allá donde se mirase, abanicos de todos los colores se agitaban a un enérgico ritmo.

Mientras las calles de las casetas se iban animando a medida que avanzaban las horas, la zona de las atracciones, desde el inicio de la noche, estuvo abarrotada de familias que hacían colas para montarse en los coches de choque, la noria o el barco vikingo que la noche anterior los drones habían dibujado en el cielo. María José y Dani eran unos de esos padres que habían traído a su hija Inés a disfrutar de las atracciones, pero que, a pesar de la oposición de la pequeña, ponían rumbo a casa «porque ya se estaba empezando a llenar de mayores».

Y Málaga volvió a brillar con su Feria  |

La zona de la Juventud vivió una primera noche con un gran ambiente. / Gregorio Marrero

Efectivamente, aunque continuó habiendo gente de todas las edades paseando, tocaba el turno de aquellos que venían con más ansias de fiesta. Como María Sepúlveda, que estaba «deseando pasar para ver que se encontraba». A ella se unían los intrépidos que, como Nacho Díaz «empalmaban la Feria de día con la de noche».

Desde ‘Despechá’ de Rosalía, hasta ‘A mi manera’ de Siempre Así. Música de todos los estilos se escapaba de las casetas, animando las calles principales del Real, donde se comenzaban a formar largas colas. Elegir dónde entrar era una de las grandes decisiones de la noche. Había quien se guiaba por la música, la longitud y rapidez de la cola, o la confianza y seguridad que solo otorgan los años.

Adentrarse en la zona juvenil requería una osadía que solo los más jóvenes parecían poseer. Empujones, bloqueos, pisotones y algún que otro riesgo de baño en ginebra o whisky. Encontrarse con cadenas de chicas, enlazando los brazos para no perderse, era lo habitual si se trataba de llegar hasta el escenario y unirse a los cientos de jóvenes que daban brincos al ritmo de música.

Y Málaga volvió a brillar con su Feria  | FOTOS DE ÁLEX ZEA

Imagen de la noria y la cola para montarse en ella / Gregorio Marrero

Los distintos grupos formaban posición estratégica para proteger las bebidas que descansaban en el suelo listas para reponer en cuanto se empezase a divisar el final del vaso. Y junto a ellas, por supuesto, el bien más preciado de esa noche: el hielo. Tan deseado, pero tan escaso. Más de uno, a pesar del dolor de su bolsillo, estuvo dispuesto a pagar los cinco a los que se vendían las bolsas de hielo en los puestos. Pero no fue lo único que dolió pagar aquella noche. Muchos fueron los indignados ante la idea de tener que pagar para poder entrar a ciertas casetas, pues consideraban, como en el caso de Ana, «que se estaba perdiendo la esencia de Málaga».

Aquella primera noche algunos todavía no estaban seguros de si se animarían a volver todos los días o si serían más selectivos. Pero lo que sí se sabía con certeza, es que acaba de comenzar una de las semanas más esperadas de los últimos años, y que los malagueños estaban más que dispuestos a exprimir le todo su jugo.