Documental

Paco Mora: emociones jondas para luchar contra la desmemoria

El bailaor malagueño Paco Mora abandonó su profesión cuando le diagnosticaron Alzhéimer a su madre. Lo dejó todo para atender a la anciana de la mejor manera posible y para buscarle un «camino digno dentro de una situación indigna». El documental En mis zapatos, de Pedro Morato, retrata ese día a día y la aventura en que ambos, madre e hijo, se embarcaron: levantar un espectáculo para que ella cumpliera su gran sueño, subirse a un escenario para bailar. «Cada vez que veo la película revivo cada instante, y a veces es duro, como, por ejemplo, cuando pierdo la paciencia con ella en la ducha o al cambiarla», asegura el bailaor

Paco Mora, ayer en el photocall del Muelle Uno del Festival de Málaga; abajo, con su madre, ensayando en una imagen del filme. | GREGORIO MARRERO

Paco Mora, ayer en el photocall del Muelle Uno del Festival de Málaga; abajo, con su madre, ensayando en una imagen del filme. | GREGORIO MARRERO / eduardo parra. málaga

Eduardo Parra

La historia saltó a los medios de comunicación hace unos años: el bailaor malagueño Paco Mora dejó de recorrer escenarios de medio mundo para cuidar a su madre, Carmen, cuando ésta enfermó de Alzhéimer. Ayer, el Festival de Málaga, estrenó en uno de sus Pases Especiales En mis zapatos, el documental de Pedro Morato sobre cómo un hijo procuró el final más feliz del mundo a una mujer condenada por la desmemoria. Sin duda, uno de los títulos más emocionantes de los programados por el certamen en su vigésimo sexta edición.

«Una mujer sin barreras ni estereotipos, que cargaba sacos de arroz en el puerto como cualquier hombre, que vendía su bollo de racionamiento para ir al cine y que luchó hasta el último momento». Así era, según Mora, su madre (falleció en 2021). También una mujer cuyo padre desbarató su sueño de bailar. En mis zapatos relata cómo el hijo montó un espectáculo para que Carmen cumpliera su gran ambición personal: «Quería que mi madre volviera a ser una niña, para que cumpliera su sueño, aunque fuera 80 años después. Sabía que me iba a encontrar con muchas dificultades, que aquello iba a ser debut y despedida, pero también quería buscar el camino hacia un final lo más digno posible dentro de la indignidad que es una enfermedad como el Alzhéimer».

En mis zapatos tiene unos momentos de especial contundencia emocional, esos parlamentos a cámara en los que el bailaor, convertido en cuidador constante de su madre, confiesa sus miedos más íntimos respecto a la situación. O las escenas que desgranan los cuidados cotidianos de la anciana: «Cada vez que veo la película revivo cada instante. Y a veces es duro: por ejemplo, cuando me enfado con ella al ducharla o al cambiarla me autocritico, me digo a mí mismo: Coño, podrías haber contado 10 segunditos y no hablarle de esa manera...».

Porque no hay complacencia, ni mucho menos, en el documental. De hecho, ésa fue, precisamente, una de las condiciones que le exigió Paco Mora a Pedro Morato cuando éste le propuso rodar el día a día con su madre: «Lo único que le dije fue: Quiero que muestres la verdad, los momentos maravillosos y también en los que se pierde la paciencia; no quiero que muestres lo buen hijo que soy, porque no me considero un buen hijo sino uno que ha hecho lo que ha podido para atender lo mejor posible a su madre, como otros millones de hijos en el mundo, que anulan su vida para cuidar a otros y no se enseña».

Paco Mora: emociones jondas para luchar contra la desmemoria

Paco Mora: emociones jondas para luchar contra la desmemoria / eduardo parra. málaga

Recuerda el flamenco que la Policía llegó a personarse en su domicilio hasta tres veces: Carmen salía a la ventana gritando que había sido secuestrada y que se encontraba abandonada desde hacía una semana; su hijo, simplemente, sin recursos para un cuidador profesional, había salido a hacer la compra. Pero también se acuerda de los momentos grandes, de los cumpleaños, de la risa de su madre, una mujer siempre hacia adelante.

Un libro

En estos momentos, Paco Mora está preparando un libro, ¿Y ahora qué hago?, en el que reflexiona sobre su nueva vida: «Ahora me toca aprender a ser de nuevo protagonista. Pero todavía tengo interiorizados los horarios del centro de día de mi madre o escucho sus golpes en la pared cuando me necesitaba». Quiere visibilizar a todos esos cuidadores (lamentablemente, mujeres) que estén en una edad madura, unos 50 años, y se hayan dedicado los últimos diez a cuidar a un familiar, deteniendo su carrera profesional y su crecimiento individual, personal.

También sigue haciendo cursos de Psicología Senil, especialidad en Alzhéimer. Estudió Atención Sociosanitaria para poder atender más correctamente a su madre y por si, tras su fallecimiento, tener una salida laboral si no pudiera reengancharse al ámbito artístico. Y mantiene intacto su sueño: poder levantar la residencia en que le habría gustado que su madre, Carmen, pasara sus últimos años.