Crítica

En el cine en español no se suda, se pone mohínes de disgusto

Reseña de 'Upon entry' ('La llegada'), último filme de la competición de la Sección Oficial del Festival

Alberto Ammann y Bruna Cusí, en el filme

Alberto Ammann y Bruna Cusí, en el filme / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

UPON ENTRY (LA LLEGADA)

Dirección y guión: Alejandro Rojas, Juan Sebastián Vasquez

Reparto: Alberto Ammann, Bruna Cusí, Ben Temple, Laura Gómez

Termina la competición del Festival de Málaga con Upon Entry (La llegada), una película que involuntariamente condensa a la perfección muchos de los males del cine en español actual (y especialmente de la floja cosecha que hemos visto estos días en Málaga). La película de Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez plantea una apuesta extrema en el sentido dramático y cinematográfico: la peripecia de una pareja que busca entrar en Estados Unidos se desarrolla casi exclusivamente en el interior del control de aduanas de un aeropuerto de Nueva York. Los directores y guionistas quieren hablar de cómo hay lugares en el mundo donde el abuso de poder está permitido y en los que las personas son evaluadas a partir de su propia nacionalidad, raza, creencias, etc.

Estupendo, ¿cómo hacerlo entonces? Desde luego no con la tibieza con la que Rojas y Vásquez se emplean aquí. Primero, hay una pobreza expresiva notable, con una puesta en escena casi inexistente (algo que se ha sufrido a lo largo y ancho de la Sección Oficial del certamen). Yo ya me he cansado de escuchar de directores la frase: «No queríamos hacer teatro filmado». ¿Por qué no hacerlo? Porque no es tan fácil filmar teatro (bien). Es mucho más fácil hacer una película sin valor fílmico real, en que todo sea una sucesión de planos ramplona, sin más intención que la expositiva.

Vale, pero podríamos obviar este tipo de cosas e ir directamente a la historia, al corazón de la cosa, ¿verdad? Pues, bueno, el mismo destemple está presente en esta hora y cuarto desarrollada casi en tiempo real: no hay punch, no hay estómago ni entraña; hay escenas que son humillaciones tremendas para los protagonistas pero que, sin embargo, resultan melifluas, sosas, un quiero y no puedo. Imagínense a Sidney Lumet, Alan Parker o William Friedkin con este material... ¿Qué habrían hecho? Primero habrían hecho que sus personajes sudaran, y nosotros con ellos. Pero aquí no sudan, aquí sólo ponen mohínes de disgusto. En fin.