Generación del 27

Luis Cernuda, deseo de eternidad

A los sesenta años de su muerte, ocurrida el 5 de noviembre de 1963, la figura y el verso de Cernuda, siempre entre la realidad y el deseo, han regresado del exilio convertido en uno de los grandes del 27

Luis Cernuda

Luis Cernuda / francisco recio

Francisco Recio

«Todo lo cansa el tiempo, hasta la dicha». Prevenía en hermosísimo verso Luis Cernuda. El tiempo, por contra, no ha cansado al poeta, a su voz valiente, que ahora, al cumplirse sesenta años de su fallecimiento el 5 de noviembre de 1963, perdura de manera indeleble asegurando la dicha de su verso y su mensaje poético siempre entre la realidad y el deseo.

Fue en la primera edición de ‘Ocnos’, aparecida en Londres en 1942, que Cernuda nos revela el fin último de su poesía: «Desde niño, tan lejos como vaya mi recuerdo, he buscado lo que no cambia, he deseado la eternidad» , y será la búsqueda de esa eternidad la que defina el hilo conductor de su quehacer poético.

Hasta bien cumplidos los veinticinco años vivió en Sevilla, su ciudad natal. Había empezado a a estudiar Derecho en la Universidad y en el primer curso conoció a Pedro Salinas que enseguida percibió la singularidad de su alumno: «Difícil de conocer. Delicado, pudorosísimo, guardándose su intimidad para él solo, y para las abejas de su poesía que van y vienen trajinando allí dentro -sin querer más jardín- haciendo su miel». De la mano de Salinas se va en esos años forjando el poeta con el conocimiento de autores franceses como Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, y con los clásicos españoles Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, Góngora, Lope de Vega, Quevedo o Calderón de la Barca.

En 1927 publica su primer libro lírico, ‘Perfil del aire’, como suplemento de la mítica revista Litoral, donde publicaron hombres de la Generación del 27: Alberti, José Bergamín, Emilio Prados, o Manuel Altolaguirre.

Ya en Madrid, tras un breve paso por la Universidad de Toulouse, Cernuda traba amistad con los grandes de la poesía española: Aleixandre, Lorca o Juan Ramón. Y con las dificultades propias de los que se abren camino, fue publicando otros trabajos. ‘Égogla, Elegía, Oda’, en 1928; ‘Un río, un amor, en 1929; ‘Los placeres prohibidos’, en 1931; ‘La invitación a la poesía’, en 1933; ‘Donde habite el olvido’, en 1934, en homenaje a Bécquer, del que retoma un verso: «donde habite el olvido,/ allí estará mi tumba».; o Invocaciones, en 1935. Será en abril de 1936, a las puertas de la Guerra Civil, cuando Cernuda publique su poesía completa, reunida hasta entonces con un título que marcará a partir de entonces toda su producción poética: ‘La realidad y el deseo’.

Sus ideas y la radicalización del momento histórico le llevan a acercarse al Partido Comunista y a colaborar como intelectual antifascista. Al estallar la guerra fue de voluntario por poco tiempo en el Batallón Alpino,y combatió en la sierra de Guadarrama para defender Madrid. Fue la guerra y los métodos de control aplicados por los comunistas los que le fueron distanciando del partido. Lo explicaba años después, en 1958: «La marcha de los sucesos me hizo ver, poco a poco, cómo en el lugar de aquella posibilidad de vida para una España joven, no había allí sino el juego criminal de un partido al que muchos secundaban pensando en su ventaja personal».

Antes de acabar la contienda, en 1938, se exilia. Estuvo en Gran Bretaña y en Estados Unidos, pero fue en México donde finalmente se asentó en 1952 y escribió sus últimos trabajos, entre ellos ‘Estudios sobre poesía española contemporánea’. En México recuperó el encuentro con otros españoles exiliados como Max Aub, María Zambrano, María Teresa León o Concha Méndez, que le ofreció su casa, donde murió.

La vida nunca fue fácil para él, no le ayudaba su trato difícil y frío y su afán perfeccionista, quizá todo ello como defensa por su condición de homosexual que nunca escondió y que dignificó enfrentándose a las prohibiciones y a las burlas y mofas que recibía.

En 1942, ya en Londres, vio la luz ‘Ocnos’, una de sus obras mas señeras, donde el poeta, en plena madurez, valiéndose de la prosa poética reflexiona sobre el pasado y sobre la condición humana. Narra experiencias personales únicas, recuerdos de su niñez , expuestos con voluntad de alejamiento que los transforma en relatos ejemplares. ‘Ocnos’ es el triunfo de una sensibilidad exigente y una mirada humanizada por el recuerdo o la evocación.

Cernuda jamás volvió. No quiso volver. Fue el eterno exiliado. Como escribió en su artículo Max Aub, que de esto sabía un rato, Cernuda «siempre soñó tener una casa y no pudo o no quiso tenerla, extraño entre extraños murió en casa amiga, mas no en la suya; en tierra extranjera, extranjero».