Relatos

Degradaciones

Gabriela Colombo aborda la degradación a la que el caminar de la sociedad contemporánea ha sometido a tres pilares de la esencia humana entre sí imbricados: la naturaleza, la maternidad y la una ciudadanía pequeño-burguesa apenas consciente de su destino

La autora argentina Gabriela Colombo.

La autora argentina Gabriela Colombo. / L. O.

José Luis González Vera

José Luis González Vera

Tras la presentación de su libro en el espacio 'El Tercer Piso' de Librería Proteo en Málaga, disfruté una grata cena junto a la autora argentina Gabriela Colombo (B. Aires, 1972), una persona con gran conciencia social y ecológica que, según su filosofía de vida, caminan al unísono. Su conversación hipnótica, igual que su estilo literario, transita por las veredas de los comportamientos del humano hacia sí mismo y hacia un mundo por él sojuzgado; esta mirada crítica de Gabriela, sin embargo, no culmina en el simple lamento tópico o en sentencias gastadas por previsibles, su mirada en ningún momento pierde una cierta agudeza felina que le otorga ese mismo rictus de alegría con el que endulza sus juicios sobre la actualidad informativa y que ha sabido transcribir en esta serie de relatos que componen 'Fuera de Cálculo'.

Gabriela Colombo aborda la degradación a la que el caminar de la sociedad contemporánea ha sometido a tres pilares de la esencia humana entre sí imbricados, esto es, a la naturaleza, a la maternidad y, por supuesto, a todo ese conjunto de complementos circunstanciales que determinan el devenir cotidiano de una ciudadanía pequeño-burguesa apenas consciente de esos heraldos negros junto a los que merienda té con pastas, por imitación de otras clases sociales inalcanzables.

Maternidad

Sin que estas líneas respeten el orden con el que los relatos son presentados, la maternidad, junto con el esbozo de una perversa maquinaria productiva, planean de un modo más o menos explícito sobre todas estas narraciones. Por ejemplo, en “As soon as possible” (único título en inglés) tal sistema de lucro conduce a la desnaturalización de una madre que hallamos más preocupada por una conferencia de negocios, que por la vida de un hijo que se tragó el artilugio telefónico con el que se va a a realizar el encuentro. La escena de los técnicos que implantan un cable de conexión externo me trajo a la memoria aquella escena de Woody Allen en que los padres del protagonista cedían sus utensilios médicos a su vástago para que practicase una intervención quirúrgica, por si, de este modo, le despertaba la vocación familiar. Un doble giro al teatro cotidiano del absurdo, posible y creíble, como en “Ochenta huevos por día”, donde la desacralización de la maternidad y la solidaridad frente al beneficio mercantil, incluso vulnera el sentido de esas actitudes fraternas que distinguieron a los primates como mamíferos gregarios, pero afectivos y con conciencia de grupo; en estos párrafos, por el contrario, descubriremos una madre que utiliza como corral reproductivo de piojos a los amigos de sus hijos cuyos padres se ven obligados a gastar una buena cantidad de dinero en desparasitarios que, a su vez, generan beneficios, mediante comisiones, a la familia difusora de la plaga.

Esta deshumanización culmina en dos de los relatos de esta serie sobre la maternidad; por un lado, en “Desinfectar” la llegada de un hijo es casi concebida como una sección más en el seno de una cadena fabril donde la madre se descubre sola frente al evento. Los caracteres que la acompañan se dibujan ajenos a la singularidad de tal hecho en sí; sus comportamientos y diálogos descifran esas ondulaciones cósmicas que aturden al personaje que oye el grito en el cuadro de Edvard Munch y que pasan desapercibidas para el resto de los asistentes a una escena donde las milanesas con patatas, la indiferencia y los protocolos quirúrgicos conviven con el ritmo imparable del rendimiento de la sala de partos. En “Vuelo nupcial” contemplamos ese mismo abandono; tras un día de actividades escolares que coincidió con el aniversario de un matrimonio donde las obligaciones se volcaron en exceso hacia el costado femenino de la nave, una mujer reflexiona, desnuda ante el espejo, sobre la pérdida de su identidad diluida entre un mapa de cicatrices que la revelan como hija, madre y fantasma estético-sexual. Ese contexto donde se produce tal revelación sólo permite el llanto.

Si modernizáramos aquella idea de Terencio, el hombre no es un lobo para el hombre, el cánido como todos los animales actúa impulsado por un porqué, en realidad, aquel escritor latino no se atrevió a reconocer que el hombre es un hombre para el hombre, lo que en nuestros días, a la vista de cualquier titular periodístico, reconocería sin ambages. Los avances tecnológicos han servido para generar un extrañamiento de nuestra propia especie. Del conjunto de relatos que salpican el índice en el que Gabriela Colombo reflexiona sobre la deconstrucción a la que el humano ha sometido su propia existencia, en “Fuera de cálculo”, título que nombra el libro, contemplamos que la vida puede ser cómoda dentro de unos cauces que eviten toda sorpresa, un verbo existir enjaulado tras el gozo de una perversión matemática, quebradiza, no obstante, frente al misterio de la naturalidad humana, por definición, imprevisible pero, a un tiempo, dañina para este grupo de primates arborícolas desposeído de su reino inconsciente pero, por efectos de su desarrollo, ahora cautivo de una construcción social pequeño-burguesa y capitalista que nos ha incapacitado para la improvisación o la tolerancia ante el enigma. Tal vez, seamos el sueño de un dios, así en planteamiento al modo de Unamuno, tal vez, quizás por la cercanía que aquellas tierras sudamericanas tienen con una mitología que parece, en ocasiones, traída por navegantes de las estrellas, en “Experimento marciano” Gabriela propone que unos seres de otros mundos dirigen nuestros pasos. Con poca fortuna y un imaginario muy deficiente por parte de los creadores, habría que concluir, si, además, fueran ellos los responsables de un ADN al que no podemos esquivar, como el eterno retorno hacia unos elementos que marcan nuestro origen, igual que a reses, nos guste o no, como trasluce “Herencia”.

Tampoco la religión escapa a los flujos bursátiles; así en “Nuestra Señora” el culto a la Virgen María, es decir, la religión en rima con una superstición arraigada y abonada por un miedo, no se sabe si al dolor o a la muerte, es reconvertida en mercadería racionalizada al estilo Henry Ford; la eficacia de la cadena de montaje también produce beneficios en esos campos, siempre indeterminados, de una fe en la que los pobres depositan sus últimas esperanzas. ¿Pero dónde encontramos las fronteras de lo real? Por ejemplo, en “Nuestra vida juntos” el personaje que sostiene la trama, conduce al lector hacia una vida conyugal a partir de varios indicios de los que, al final de sus páginas, nos quedará la duda de su consistencia o de su fantasía, en este caso, dañina; parece una actualización de aquellos mundos sugeridos por García Márquez, cimentados sobre una oscilación perpetua entre lo imaginario, esto es, la conexión de realidades sin vínculo natural, y lo deseable, aquello fabricado por nuestra percepción. En el otro extremo, nos encontramos con la protagonista de “Crash”, inútil en caso de tragedia e instrumento luctuoso del destino, llegada desde una paz hogareña ausente de cualquier misericordia, como repite “Teflón” .

Dos relatos completan este mosaico desencantado sobre la condición humana. “Vida digna” desenlaza la paradoja de la muerte como método de liberación de una existencia precaria por institucionalizada; de hecho, la brevísima página que condensa “Mi sombra” describe la necesidad del desprendimiento, incluso de los elementos más íntimos, como cualidad necesaria para que nuestra existencia sea posible en este corral donde el hombre es un hombre para el hombre; esas pocas líneas ejemplifican aquel verso de Jaime Gil de Biedma, “que el hecho de estar vivo exige algo” pero con un precio que, en efecto, nos quedó ya hace mucho fuera de todo cálculo.

Tercera degradación

La tercera degradación que aborda este libro, se centra en esa relación imposible entre hombre, bienestar, capital y una naturaleza que a veces de modo inevitable, a veces de modo consciente, se venga del humano. El primer caso, es decir, el efecto que desencadenaría una gran piedra que arrojáramos hacia el cielo para verla caernos encima, lo encontramos en “Todo lo atraviesa”, texto de apertura en el que asistimos, con trazos rápidos, al triunfo de un alto ejecutivo de una multinacional asesina de un río cuyos gases serán respirados por la propia familia del nuevo héroe del departamento de mercadotecnia, transmutado por su ambición en un nuevo Laoconte que arrastra a sus hijos hacia el infierno. En el segundo caso, el de la naturaleza que adquiere conciencia de sí y que exige venganza, es narrado en “Miedo al sauce” donde asistimos a la reconquista del planeta por animales y plantas poseedores de nuevas habilidades, y hostiles contra quienes no acepten su reinado, como sucede a la madre que intentó cortar las ramas al sauce del jardín familiar invasor de la piscina; una distopía que invoca a Alfred Hitchcock y la rebelión materializada en The birds. Por último, este daño infringido a nuestra esencia de animal, ahora en fuga permanente de sí mismo, contiene su propio veneno como comprueba el personaje que en “Mosca al morir” confunde unas alteraciones en la retina, quizás abuso de pantallas de ordenador, con los síntomas iniciales de una metamorfosis en mosca, inconsciente de su condición hasta que su hermana la intenta matar con el periódico, igual que aquellos padres del relato de Irvine Welsh con tantos ecos de Kafka.

A pesar, del enfoque desesperanzado que cruza estos renglones, nos encontramos con un libro agradable de leer, escrito con un estilo casi periodístico, cuya agilidad impregna los razonamientos y actos de unos personajes que desconocen el drama que habitan y que determinan una existencia en la que es fácil que descubramos nuestro reflejo aunque sea de modo abstracto. Digna descendiente de su tradición literaria hispanoamericana, Gabriela Colombo sumerge a sus lectores en el aroma a trópico y en una naturaleza prolífica en especies, lluviosa y llena de vida. Los responsables de la Editorial Milenio, su ojeador Josep María Rodríguez, han acertado por acercar al público europeo una autora que, no me cabe duda, se convertirá, muy pronto, en uno de los nombres imprescindibles de la literatura iberomericana actual. Es fácil descubrir a los consagrados pero muy difícil apostar por los emergentes.

Fuera de cálculo

 Autora: Gabriela Colombo

Editorial: Milenio

Páginas: 71 páginas

Precio: 11,50 €