Refugiados ucranianos

«Mi nieta mayor sigue en Ucrania»

Tamara Tereshchenko viajó durante más de diez días en un solo coche junto a su hijo y sus ocho nietos, pasó siete días en Rumanía y, finalmente, consiguió llegar a España, donde ahora intenta reconstruir su vida junto a su familia

Tamara se trajo consigo a su hijo y a ocho de sus nietos, cuyas edades van desde los 14 años a los nueve meses.

Tamara se trajo consigo a su hijo y a ocho de sus nietos, cuyas edades van desde los 14 años a los nueve meses. / marta román. málaga

«Es muy complicado, pero qué le vamos a hacer. Vamos a seguir adelante, ni un paso para atrás». La actitud de Tamara Tereshchenko es admirable. Lo que esta ucraniana ha pasado junto a su hijo y sus ocho nietos solo ellos pueden saberlo, aunque ella intenta relatarlo con la voz entrecortada.

Tamara llevaba diez años viviendo en España cuando decidió volver a su país de origen para vivir con su madre de 83 años y poder disfrutar de sus nietos. Quería quedarse allí, pero estalló la guerra. Los acontecimientos se precipitaron entonces y Tamara se embarcó en un viaje rumbo a España junto a una parte de su familia.

«Viajamos durante diez días en un coche para cinco personas, mis ocho nietos, mi hijo y yo. Pasamos siete días en Rumanía más el camino hasta España. Todo esto con un niño pequeño de nueve meses, fue muy difícil», recuerda.

Desde que comenzase el conflicto armado en Ucrania, más de 27.000 personas han solicitado protección temporal en España. En Málaga, el pasado miércoles abrió el cuarto Centro de Recepción, Atención y Derivación (CREADE) de refugiados ucranianos desplegado en España. En estos, el número de plazas ocupadas por estas personas en el sistema nacional de acogida supera las 13.000 a nivel nacional. En nuestra provincia, Cruz Roja Española ha acogido a día de hoy a 411 personas refugiadas en sus distintos dispositivos.

Las cifras asustan, pero ellos son más que eso. Cada número es una historia, una batalla librada por salvar la vida. Como la de Tamara, por desgracia, hay millones. Futuros truncados y un miedo del que por seguro nunca lograrán desprenderse. Además de la incertidumbre y el temor por los familiares que aún permanecen en el país. Esta refugiada tuvo que dejar atrás a su madre en Ucrania, porque no tenía por entonces los medios para traerla. Por fortuna, ahora se encuentra en Madrid junto a su hermana, señala.

«Mi nieta mayor sigue en Kiev y estoy muy preocupada por ella todos los días porque allí han matado a muchísima gente». Tamara sueña con poder reunir a toda su familia y reconstruir su vida junto a ellos. Pese a todo lo que ha pasado, esta ucraniana esconde todo su pavor bajo un prisma digno de admirar: «Todo lo que está pasando es muy grave pero vamos a seguir hacia adelante. Tengo a mucha gente muy buena que me han ayudado y me han tendido la mano». Entre lágrimas, esta refugiada solo se rompe cuando comienza a agradecer todo lo que han hecho por ella desde que llegó a España el pasado mes de febrero.

Tamara vive ahora en el Camino de Olías, en una casa con su primogénito y sus ocho hijos. El mayor tiene catorce años y el más pequeño, nueve meses. Entre ellos, otros cinco que tienen seis, ocho, nueve, once y trece años. «Ha sido un camino largo pero doy muchísimas gracias a todos los que nos han ayudado. Gracias a ellos tenemos una casa donde quedarnos una temporada, comida, ropa y zapatos para los niños... Estamos muy contentos por las cosas que tenemos».

Las palabras de Tamara vuelven a ser un ejemplo. Lejos de quebrarse, mira al futuro con todo el optimismo que le permite su situación. «Esa es la actitud para recuperarnos», exclama. A pesar de ello, la incertidumbre sigue reinando en su vida.

¿Y ahora qué?

«No sabemos cómo vamos a volver ni a dónde vamos a volver». Si algo puede aterrar más que escapar de una guerra es enfrentarse al hecho de que volver a la vida tal y como la conocían antes es casi una utopía: «El pueblo en el que vivía mi hijo está bien pero donde vivía yo, en Chernígov, está todo muy grave».

Si volverán o no a su país de origen cuando el conflicto toque su fin es una incógnita que está lejos de resolverse. Por ello, Tamara está arreglando todos los trámites para pasar cuánto tiempo sea necesario en nuestra provincia. En Andalucía, las solicitudes de protección temporal a refugiados ucranianos ascienden ya a más de 6.330 demandas. En un plazo mínimo de 24 horas, la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior resuelve el permiso de residencia y, para los mayores de edad, también el de trabajo.

«Poco a poco estamos arreglando los papeles en la comisaría, los del médico de salud, el colegio para mis nietos... También necesito encontrar una casa que no sea temporal y un trabajo para mi hijo», explica. Lo que es reconstruir de cero una vida en un tiempo récord. Actualmente, Tamara trabaja como empleada del hogar mientras su hijo se queda en casa cuidando de los niños.

Los más pequeños empezaron el colegio el pasado jueves. «Mis niños están en el cole contentísimos, ayer entraron con miedo pero salieron contentos y hoy han entrado ya contentísimos», señala. Los mayores, por su parte, comenzarán el instituto después de las vacaciones de Semana Santa, explica. A su vez, están recibiendo clases gratuitas para aprender el idioma.

«Poco a poco estamos arreglando todo lo necesario para nuestra vida aquí». El camino será largo y el futuro aún es incierto, para esta y el resto de familias ucranianas que han huido y continúan huyendo del conflicto armado entre Rusia y Ucrania. Lo único seguro es que el talante de Tamara será la luz que guíe el sendero de su familia.

Entre lágrimas, Tamara agradece haber llegado hasta dónde está a día de hoy, y a toda la gente que la ha acompañado y lo ha hecho posible: «A Charo, a Manuel, a toda la gente que me anima y me apoya. Muchísimas gracias. Ha sido un camino difícil pero vamos a salir adelante, tenemos gente que nos ha ayudado mucho y estamos muy agradecidos por ello. Paso a paso».

Suscríbete para seguir leyendo