Memorias de Málaga

De alcancías y de alcuzas

Tres palabras desterradas por el paso del tiempo son las alcancías, desplazadas por las huchas, así como las alcuzas y los braseros,aunque la carestía de la vida quizás ponga de moda de nuevo estos últimos

Alcancías del Domund en el Museo Andaluz de la Educación, en Alhaurín de la Torre.

Alcancías del Domund en el Museo Andaluz de la Educación, en Alhaurín de la Torre. / Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Mi colega de La Opinión, el periodista, poeta y escritor Juan Gaitán, en uno de sus deliciosos artículos de cada viernes, que leo con admiración y respeto, refiriéndose a la política de ahorro que emana nada menos que de la Comunidad Europea, recordaba que cuando era pequeño, en lugar de hablarse de una hucha para depositar los ahorros, se utilizaba una palabra de reminiscencia árabe: alcancía.

Al volver a leer la mágica palabra de mi niñez, me dio alegría descubrir que mi admirado compañero y yo compartimos su uso. Yo, de niño, también tenía una alcancía, aunque se estaba imponiendo la hucha como sinónimo. Las huchas, en plural, eran de barro, hojalata y otros materiales. El cerdito gordo con una ranura para introducir las monedas poco a poco era quizás la más popular entre los niños. Antes de que se llenara de monedas, se recurría a un martillo, y ¡zas!, el cerdito pasaba a mejor vida… y las monedas (calderilla, monedas de 25 céntimos con agujerito en el centro y excepcionalmente alguna pesetilla) tenían otro destino, como la compra de un TBO, cromos Cultura o para comprar altramuces, cacahuetes y otras chucherías de la época, como los garbanzos tostados.

La otra alcancía muy extendida por toda España fue la creada por la empresa Nestlé. Los botes de leche condensada, sin leche por supuesto, con una ranura en la tapa para introducir las monedas, fue una modalidad que cumplía el doble objetivo de publicidad y medio de ahorro.

No olvido tampoco las huchas metálicas inventadas por la Caja de Ahorros de Ronda, con la particularidad de que las llaves para abrirlas estaban en las sucursales de la entidad. La idea era que los usuarios, al ir al banco para que abrieran la hucha, dejaran los ahorros en la cartilla correspondiente. Pero ya no eran alcancías; eran huchas.

Muchos de mis lectores (quizá lo de muchos sea una exageración) ni siquiera conozcan la palabra alcancía.

No creo que ninguno de los responsables de los fondos para el pago de las pensiones a los jubilados desplace el ‘invento’ de José María Aznar, cuando durante su mandato recurrió a ‘hucha’ para informar a la población de que la «hucha de las pensiones» iba creciendo.

Me gustaría que el ministro de marras, en lugar de hucha, recurriera a «la alcancía de la Seguridad Social asciende a miles de millones que aseguran el pago de las pensiones».

No creo que se atreva a tanto por temor a salir en las redes sociales y se mofen del uso de una antigualla para algo tan serio y preocupante como son las pensiones y los pensionistas, entre los cuales me encuentro.

De alcancías y de alcuzas

Juego de alcuzas de hojalata, para el aceite. / Guillermo Jiménez Smerdou

Alcuza

La alcancía me ha traído a la memoria otra palabra igualmente de procedencia arábiga que está en fase de olvido o desaparición. También empieza por A. La palabra, que para algunos de mis lectores quizá sea enigmática, a otros les sonarás. Ésta es alcuza.

Para los de cierta edad el vocablo no es desconocido; para la mayoría de los jóvenes es un enigma. ¿Una alcuza? ¿Y eso qué es? Me voy a permitir copiar cómo la define la sorpresiva RAE, una asociación centenaria que vela por el buen uso del castellano, aunque últimamente más que enseñarnos al buen uso de las palabras parece todo lo contrario, o sea, que admite como correcto lo que no lo es. Pero vamos con la alcuza.

Alcuza: Vasija de barro, hojalata u otro material, generalmente de forma cónica, en que se guarda el aceite.

En cualquier hogar español, entre tostadoras, trituradoras, batidoras, abrelatas eléctricos, sandwicheras, freidoras, cafeteras…hay una alcuza o recipiente para echar el aceite sobrante de freír un huevo o un lenguado. Cómo la denominan las amas de casa de hoy (o los amos, porque cada día hay más hombres que gustan cocinar), no sé. Pero algún nombre se utilizará para identificar ese cacharro, porque en la cocina, cuando uno no sabe cómo identificar uno de los útiles, recurre a cacharro, que es un comodín para resolver cualquier duda. Todos los elementos que se amontonan en una cocina son cacharros, aunque estén nuevos y relucientes.

De alcancías y de alcuzas

Brasero dorado, Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla. / Guillermo Jiménez Smerdou

El brasero

Brasero, como inquilinato, son palabras de olvidado uso, aunque la segunda ha vuelto a ponerse de actualidad. Antes, cuando la gente vivía en casas de alquiler, la palabra inquilinato estaba en uso porque era insustituible en la práctica.

El que alquilaba una casa se convertía en inquilino de la vivienda. Ahora, que los alquileres cobran importancia porque la compra de una vivienda está fuera de las posibilidades de gran parte de la población, sobre todo joven, el inquilinato ha vuelto a ser de uso común.

Lo de brasero, que para muchos es una palabra más que oyeron alguna vez, es distinto, pero es posible que vuelva a ser de uso común. El brasero es un recipiente normalmente de metal en el que se depositan brasas de carbón o leña para calentar el ambiente. Los braseros, que se apañaban en los patios de las casas e incluso en la calle, una vez que alcanzaban el grado de calor deseado y sin humo, se colocaban en las llamadas mesa camilla, que estaban preparadas para colocar el brasero y calentar la habitación. Era un sistema de calefacción generalizado, tanto en la ciudad como en los pueblos.

Los braseros, que se apañaban en los patios e incluso en la calle (...) se colocaban en las mesas camilla

Todavía subsiste porque no todo el mundo dispone de medios para dotar a su vivienda de un aparato de aire acondicionado, para estar fresquito en verano y calentito en invierno. Los braseros, aunque contaminen porque el carbón es un fósil que modifica para peor el medio ambiente, quizá sea la solución de muchos hogares que, aunque tengan calefacción, no puedan usarla porque no se puede pasar en invierno de no sé cuántos grados porque puede ser multado. Total, brasero y buenas mantas de lana o de fibras de origen desconocido.

Si las cosas van a peor, como parece, quizás un día se vuelvan las tornas, y la vieja práctica de pedir en rudimentarias huchas de cartón una limosna «para los chinitos», los chinitos, que hoy son mil cuatrocientos millones y donde está la mitad del dinero del mundo, usen huchas de plástico pidiendo «limosna para los pobrecitos europeítos para que no pasen frío».

Suscríbete para seguir leyendo