Mirando atrás

La biblioteca de los conventos perdidos

Los hermanos José y Manuel Oliver Hurtado disfrutaron en la Málaga del XIX de una de las mejores bibliotecas de la ciudad, fruto del ejemplar trabajo de recuperación de su padre José, quien rescató miles de libros procedentes de conventos malagueños saqueados

Grabado de la segunda parte de la Historia Eclesiástica de España, publicada en Málaga en 1605.

Grabado de la segunda parte de la Historia Eclesiástica de España, publicada en Málaga en 1605. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

La historia la rescató el apasionado latinista Manuel Rodríguez de Berlanga en su ‘Catálogo del Museo Loringiano’ de 1903.

En el prólogo de la obra cuenta que José Oliver Hurtado, amigo de la infancia de Antonio Cánovas del Castillo, había heredado hacia 1850, junto a sus hermanos, una biblioteca «de más de veinte mil volúmenes», al fallecer su padre, el malagueño José Oliver García, un letrado «de vastísima lectura».

Según Manuel Rodríguez de Berlanga, las distintas etapas políticas del convulso siglo XIX, ya fueran con el «opresivo» absolutismo y los Cien Mil Hijos de San Luis o el «despótico» liberalismo y sus milicias nacionales, dejaron su huella en el patrimonio cultural de Málaga y no se respetaron los conventos, pues las revueltas llevaron al saqueo de sus «riquísimas bibliotecas».

Claustro del antiguo Convento de la Trinidad

Claustro del antiguo Convento de la Trinidad / ÁLEX ZEA

La terrible situación animó a don José a intentar salvar lo que pudiera de esta riqueza bibliográfica que se iba a perder para siempre, «arrancando libro tras libro de las bárbaras manos de aquellos ignorantes depredadores», continúa Rodríguez de Berlanga.

Con este objetivo, el abogado malagueño, de su propio bolsillo, fue rescatando los libros saqueados que encontraba en los baratillos, donde se exponían para ser revendidos e incluso los localizaba en las tiendas de abacería (tiendas de alimentos al por menor) «para envolver en sus hojas lo que despachaban sus parroquianos»

Pero el colmo de los colmos fue toparse con estos libros cargados de siglos y saberes en las panaderías de la capital, listos para calentar los hornos de pan «con tan barato combustible». 

Manuel Rodríguez de Berlanga, en el techo del Salón de los Espejos del Ayuntamiento.

Manuel Rodríguez de Berlanga, en el techo del Salón de los Espejos del Ayuntamiento. / L.O.

Esta gran biblioteca particular, que el epigrafista llama la ‘Oliveriana’, estaba formada en su mayoría por libros de Teología y Derecho Canónico pero también de Jurisprudencia de Derecho Romano y además había volúmenes de Epigrafía, Filosofía e Historia y de los clásicos latinos, ediciones que hacían «las delicias de los bibliómanos».  

Rodríguez de Berlanga detalla que la casa de los Oliver contaba además con habitaciones dedicadas únicamente a «la literatura de una sola nación en Europa», con obras impresas en inglés, francés, italiano, holandés y ruso. 

En la sala central de la biblioteca, con amplias estanterías abiertas cargadas de libros hasta el techo, se reunían los amigos de los hermanos, entre ellos Cánovas, para ayudar en la trabajosa tarea de catalogar los volúmenes pero también para consultarlos porque, destaca Berlanga, en una población como Málaga «puramente comercial», este tipo de libros eran difíciles de conseguir.

Jorge Loring

Fue en este salón central de la Biblioteca Oliveriana y posiblemente en 1852, donde Manuel Rodríguez de Berlanga conoció a Jorge Loring Oyarzábal, casado dos año antes con Amalia Heredia Livermore. Y en este salón el dueño de La Concepción le informó de una ‘operación de salvamento’ que recordaba a la llevada a cabo por José Oliver García con los libros conventuales: En el otoño de 1851 Jorge Loring había rescatado de una tienda de calle Compañía dos tablas de bronce a punto de ser fundidas, originalmente localizadas en unos tejares del Ejido. 

Manuel Rodríguez de Berlanga pudo verlas y en febrero de 1853, en la única revista literaria que entonces se publicaba en Málaga, dio a conocer su descubrimiento: sendas tablas con fragmentos de la Lex Flavia Malacitana y la Lex Flavia Salpensana.

Calle Hermanos Oliver, junto a Fuente Olletas

Calle Hermanos Oliver, junto a Fuente Olletas / G.M.

¿Dónde se encontraba la casa de los Oliver y por tanto, la Biblioteca Oliveriana? Este diario ha consultado con varios profesores de la Universidad de Málaga y académicos malagueños y no ha dado con ella. Debió de tratarse en todo caso de una casa lo suficientemente amplia y principal como para albergar tantos volúmenes. ¿Estuvo en la Alameda Principal como la también notable biblioteca de Jorge Loring y Amalia Heredia? Quizás algún especialista pueda aportar la localización. 

Quien cuenta el triste final de este tesoro cultural es el propio Manuel Rodríguez de Berlanga, en esta misma obra de 1903: fallecidos los hermanos José y Manuel Oliver Hurtado, sus otros hermanos y coherederos se dedicaron a trocearla y venderla por lotes, con lo que los volúmenes de los antiguos conventos salieron no sólo fuera de Málaga sino también de España. 

Profesores de Filipinas en la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País

Profesores de Filipinas en la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País / La Opinión

El historiador, eso sí, recuerda que el fondo principal de la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País se constituyó con «algunos restos de la Oliveriana», circunstancia que confirma a este diario su actual presidente, José María Ruiz Povedano, que precisa que la Económica adquirió en 1864 de los Oliver alrededor de 3.000 volúmenes, según se recoge en sus actas, que no precisan de qué volúmenes se trata. 

José y Manuel

El ansia de conocimiento y preservación de la cultura de José Oliver García estuvo muy presente en los dos hijos antes mencionados, ambos nacidos en Málaga: José (1827- 1887) y Manuel Oliver Hurtado (1831- 1892).

El malagueño José Oliver Hurtado llegó a ser obispo de Pamplona.

El malagueño José Oliver Hurtado llegó a ser obispo de Pamplona. / Wikipedia

Como detalla Mª José Berlanga Palomo en su ensayo ‘Arqueología y erudición en Málaga durante el siglo XIX’, publicado por la UMA, José Oliver hizo carrera en Madrid, fue doctor en Jurisprudencia, miembro del cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, trabajó en la Biblioteca Nacional, fue miembro de la Real Academia de la Historia y desde 1875 hasta su muerte, obispo de Pamplona. 

Su hermano Manuel, presbítero y licenciado en Jurisprudencia, fue secretario de la Biblioteca Nacional, trabajó en el Museo Arqueológico Nacional y, como su hermano, ingresó en la Real Academia de la Historia. 

Real Academia de la Historia, de la que formaron parte los dos hermanos Oliver.

Real Academia de la Historia, de la que formaron parte los dos hermanos Oliver. / Wikipedia

Los dos hermanos trabajaron en varias publicaciones, la más famosa de ellas, ‘Munda Pompeyana’, de 1861, en la que, tras un amplio trabajo de campo, concluyeron que en Ronda la Vieja, cerca de Ronda, tuvo lugar la batalla crucial en la que Julio César venció a Pompeyo. 

En su ciudad natal una calle recuerda a los dos historiadores Oliver, muy cerca de la Fuente de Olletas y una segunda a Manuel.  

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