Entrevista | Fernando Wulff Historiador

"En el Mundo Antiguo podías haber ido desde Málaga a Corea"

 El catedrático de Historia Antigua de la UMA publica en Siruela ‘A orillas del tiempo. Historias entre mundos dos mil años atrás’, un ensayo cargado de literatura y tierras exóticas que narra por vez primera la gran globalización del Mundo Antiguo que supuso el encuentro entre Roma, China y la India.

Fernando Wulff con su nuevo ensayo, en los astilleros Nereo de Pedregalejo. | A.V.

Fernando Wulff con su nuevo ensayo, en los astilleros Nereo de Pedregalejo. | A.V. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Este 28 de febrero sale a la venta el ensayo de Fernando Wulff (Santiago de Compostela, 1955) que por vez primera aborda en profundidad, con una mirada de historiador pero también literaria y alejada del eurocentrismo, las importantes relaciones e influencias entre tres grandes civilizaciones como Roma, China y la India, en especial durante el amplio periodo entre el siglo II a.C. y II d.C. Su ensayo desmiente que estas tres grandes culturas sólo se relacionaran para la guerra.

¿De dónde viene su vocación por la Historia Antigua?

Desde que era pequeño quise ser historiador. Me parecían fascinantes las historias de la Historia y conforme fui llegando al instituto mi interés creció todavía más. En la Universidad ya tenía dos cosas que me interesaban: la Historia Antigua y por otra parte los textos, porque soy de ese tipo de gente que desde pequeñito ha leído mucho. Cuando hay palabras está el mundo ahí para nosotros. Hay alguien que nos está contando.

¿También tenía vocación por la enseñanza?

Siempre me ha gustado enseñar y también contar historias, una de las grandes cosas que los seres humanos hemos hecho siempre. La Universidad tiene también la ventaja de que enseñas e investigas y una parte importante del trabajo eres tú reflexionando con los libros.

En su obra hay mucha Historia pero también abunda la literatura.

Tengo una vocación colateral de escritura que también está ahí y me he sentido muy liberado escribiendo este libro. Además con paradojas, por ejemplo el emperador Trajano y el general chino Ban Chao nunca se encontraron pero yo me podía imaginar ese encuentro. Y curiosamente en ese momento de imaginación es cuando más hago de historiador porque cuando hablo de las historias las dejo que fluyan al ser tan hermosas.

¿Y habría cambiado mucho el mundo si el emperador Trajano, que quiso llegar a la India y el general Ban Chao, que envío un emisario a Roma que nunca llegó, se hubieran conocido?

Las distancias funcionan de otra manera que ahora pero en medio estaba el imperio parto. Si el encuentro de estos dos poderes se hubiera puesto en funcionamiento los partos se habrían sumado quizás a todo esto y el mundo hubiera podido ser otro.

Plantea también una globalización que se produjo en el Mundo Antiguo.

La globalización propiamente dicha es la que une el globo entero y eso es América, Magallanes y Elcano. Antes de eso, la gran globalización previa de todo el continente euroasiático y de una parte importante de África es esta hace dos mil años. Y no ha sido suficientemente difundida. Además, es fascinante por muchas cosas; yo la sintetizo de esta manera: Tú podías haber ido desde Málaga o desde Londres (o Londinium) a Corea y no era complicado. Podríamos decir además que pasarías por tres poderes imperiales: por Roma, que se podía coger un barco hasta Egipto, allí pasas al Mar Rojo, donde coges unos barcos que van y vienen a la India en el año -tienes que estar allí por mayo-. Llegas a la India, a la desembocadura del Indo y ahí estás bajo la hegemonía del imperio kushán, que controla de forma directa o indirecta territorios hasta el Asia Central, donde están los chinos, que pueden garantizarte en buenas épocas seguir hasta la capital de China y hasta Corea. Eso era real, pero también que a través de las estepas euroasiáticas ese mundo se conectaba con el mundo del mar. Y en un momento determinado era también real que podías llegar a China por barco.

¿Es Alejandro el que abre esas nuevas vías?

Quienes las empiezan realmente son los persas pero con un límite que está en Asia Central. Alejandro lo que hace es seguir a los persas que tenían ese territorio conquistado desde la segunda mitad del siglo VI a.C. Los persas, que son el imperio olvidado, te permitían ir desde la actual Turquía hasta Asia Central. A partir de ahí no se sabía cómo continuar. ¿Cuándo se abre la otra puerta?, ese es el gran encuentro también: esa otra puerta se abre en el siglo II a.C. cuando un emperador chino, Wu, manda un emisario que va a llegar hasta ahí; vuelve tras muchísimas aventuras, habla con el emperador Wu y le cuenta que existe ese otro mundo, que al emperador le interesa entre otras cosas -y este es otro gran tema que he tratado en el libro- por los caballos.

Ese encuentro de culturas bien lo puede simbolizar, como cuenta, la estatuilla de una divinidad femenina de la India localizada en Pompeya.

Esa figura de una mujer bellísima que se encuentra en Pompeya no es de extrañar. En ese momento el comercio es intensísimo. Augusto, unos años antes del año cero conquista Egipto y como tiene el Estado en la cabeza organiza el comercio. La frontera más rentable del mundo en ese momento es el Mar Rojo que da hacia la India. Estrabón nos habla de 120 barcos que van desde un punto dado a la India y traen todo tipo de cosas, entre otras la pimienta: la cocina romana no se entiende sin ella.

La Alejandría de Egipto ¿era el gran puerto del mundo?

Es el eje del mundo. La funda Alejandro, es griega pero a la vez egipcia pero luego están los puertos del Mar Rojo donde va a parar todo. Hay algo que le he dedicado un capítulo porque es apasionante: el año pasado el Gobierno egipcio comunica que se ha encontrado una estatua de Buda. ¿Por qué?, es que es absolutamente normal. La ciudad que más se menciona en el libro de navegación del Periplo del Mar Rojo es india y manda todo tipo de flotas. Hay una cueva en la isla de Socotra (Yemen) con decenas de inscripciones de marineros indios. Se va y se viene.

A Occidente arriban pieles, sedas, arte, especias... ¿qué demandaba la otra parte?, ¿qué enviaba Roma a la India o a China?

Alguna gente interpretaba que Roma no tenía nada que vender. No es verdad. Se venden montones de cosas: aceite, vino, esclavos, instrumentos musicales, telas de todo tipo, vidrio -en la China no se fabricaba-... los vidrios probablemente más espectaculares del mundo grecorromano están en Bagram, en Asia Central.

Ficha

  • Fernando Wulff
  • A orillas del tiempo
  • Editorial: Siruela
  • Precio: 27,95 €