Mirando atrás
Un prehistoriador con vocación musical
El malagueño Juan Manuel Jiménez Arenas, profesor de Prehistoria en la Universidad de Granada y director del Proyecto Orce, se forjó primero como clarinetista en la banda de su barrio, Miraflores de los Ángeles y llegó a ser solista de la Banda Municipal de Málaga
«Buena parte de lo que soy ahora se lo debo a haber estado en la banda de Miraflores, porque me ofreció un contexto distinto al que se esperaba a un niño del barrio; en mi generación lo normal era que terminaras los estudios y empezaras a trabajar», cuenta Juan Manuel Jiménez Arenas (Málaga, 1968).
Este malagueño afable y cercano, hoy profesor titular del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada y director del Proyecto Orce, no olvida sus orígenes ni esa primera vocación musical en una banda, la de Miraflores-Gibraljaire, «que me ofrecía referentes, veía a gente dentro de la banda y quería ser como ellos», confiesa.
Criado en Miraflores con sus padres y sus dos hermanos, Juan Manuel estudió en el Colegio Gibraljaire y en el Instituto Santa Rosa de Lima y completó la carrera musical en el conservatorio: «Tengo el título superior de clarinete», destaca.
De hecho, en 1989 ingresó como funcionario en la Banda Municipal de Música de Málaga, donde trabajó 13 años, hasta 2002, «y durante cuatro o cinco años era el solista». Además, formó parte del Cuarteto Stadler, que fue seleccionado por La Caixa en el 93 para una prestigiosa actividad.
Pero su vida dio un giro a partir de 1995, cuando se casó con María Ruiz, profesora del Conservatorio Manuel Carra. Como recuerda, «ella iba a empezar los estudios de doctorado y me dijo que por las tardes me iba a quedar solo en casa, que me matriculara en la Universidad a ver qué tal».
Aunque Juan Manuel estudió Ciencias Puras porque tuvo vocación de biólogo, cuenta que buscó una carrera en la UMA «que no tuviera una nota de corte alta y con docencia por las tardes». Resultó ser Historia y estudiando esta carrera descubrió que la Prehistoria le gustaba muchísimo: «Ahí vi el vínculo entre mi vocación y lo que estaba estudiando porque la evolución habla de procesos biológicos», aclara.
De la mano de profesores como Ignacio Marqués o Paul Palmquist la Prehistoria le fascinó y hasta sacó matrícula de honor. «Ya no empezó a interesarme la Prehistoria como asignatura sino como un hecho capital en la Historia de la Humanidad», detalla.
En 2000, por mediación del profesor Palmquist, tuvo la oportunidad por vez primera de participar como voluntario en el yacimiento granadino de Orce. Poco después, comenta, «empiezo a dejar la música y a comenzar prácticamente desde cero en un lugar desconocido: Granada».
Su carrera en la Universidad de Granada la inició en 2002 como becario de investigación en el Departamento de Prehistoria, por entonces, muy focalizado «en el Neolítico hacia adelante, así que yo entré allí como un auténtico paracaidista, para estudiar monos».
Luego vino la tesis doctoral sobre la «caracterización morfométrica, es decir, de la forma a través de medidas del cráneo y su evolución desde hace siete millones de años hasta la actualidad». Le siguieron estancias posdoctorales en Suiza y Tarragona y regresó a Granada para incorporarse a la Universidad en 2009, de la que es profesor titular desde 2014.
Ese mismo año ya fue nombrado director de uno de los yacimientos del proyecto Orce, en el que trabaja desde 2009.
El fragmento craneal de Orce
Como recuerda, en 1982 apareció en este pueblo granadino «un fragmento craneal que, cuando lo ves, hace pensar que pueda ser humano». En aquel momento, se planteaba que la presencia humana en Europa no había podido acontecer hasta hacía unos 500.000 años. Y este fragmento de Orce, datado en torno al 1,6 millones de años «reta de una manera brutal todo el edificio que se había construido en torno a la evolución humana». Sin embargo, recuerda, al ser un trozo de cráneo, hay tres propuestas: que se trata de un humano, un equino o la hembra de un rumiante.
«Hay que buscar evidencias mucho más contundentes y esas evidencias aparecen con posterioridad», aclara, por ejemplo, un diente de leche «incuestionablemente humano», de un posible Homo erectus datado hace 1.4 millones de años en uno de los yacimientos de este proyecto o en 1991, en otro yacimiento, instrumentos de piedra tallados datados alrededor de 1.2 millones de años.
Hay por tanto en Orce una presencia humana antiquísima y «más antigua que Atapuerca casi seguro, aunque nunca podemos determinarlo con rotundidad porque las técnicas de datación son imprecisas».
El prehistoriador malagueño subraya en todo caso que es enemigo de los récords: «No tenemos que establecer una carrera por los yacimientos más antiguos sino por los que más aportan al conocimiento sobre los primeros pobladores del continente europeo y en eso Orce es clave, porque tenemos miles de piezas fabricadas por los humanos en piedra tallada», remarca.
Desde 2017 es el director de este ambicioso proyecto, momento en que se produce una gran renovación, aunque beba de los equipos anteriores: «Entran investigadores, algunos muy potentes de universidades internacionales con muchísimo prestigio y eso hace que el proyecto vaya adquiriendo otra dimensión».
Juan Manuel se entusiasma describiendo, por ejemplo, la exuberancia faunística y vegetal que había en Orce («Nadie se puede imaginar que chapotearan hipopótamos») o una reciente investigación que propone que tanto humanos como tigres dientes de sable compitieron por el cadáver de una hembra de mamut de 4.000 kilos de peso.
Eso sí, alerta de que personajes como Indiana Jones, Lara Croft o Tadeo Jones ofrecen «una imagen absolutamente nefasta, se les puede considerar la anti-arqueología» y aboga porque haya «un buen programa focalizado en la Prehistoria en la Primaria y Secundaria».
Confiesa este malagueño cordial que todavía sigue tocando el clarinete y está en contacto permanente con su tierra. Por último, a quien desee estudiar Prehistoria le lanza este mensaje clarificador: «Lo que aconteció en nuestro pasado más remoto es tan contemporáneo como la guerra de Ucrania o el precio de los alimentos».
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