Opinión | De buena tinta

Viuda negra

'Viuda Negra' y su familia de asesinos ajustan cuentas en el nuevo tráiler

'Viuda Negra' y su familia de asesinos ajustan cuentas en el nuevo tráiler / Marvel

De nuevo anda la Johansson por los cines, Scarlett para los amigos, embutida en su malla de neopreno, a lo Viuda Negra, tal cual arrancó hace ya unos diez años en ‘Iron Man 2’, pero como si el tiempo no pasara ni por ella ni por el neopreno ni por la malla. No como yo, que ya no me abotona la guayabera del año pasado. Y es que ya no sabe uno, parafraseando en un giro muy particular esa inigualable referencia granadina de Vázquez Montalbán que enraíza en el Carmen de la Victoria, si la malla y el neopreno fueron creados en función de la Scarlett, o la Scarlett en función de la malla y el neopreno.

En cualquier caso, allí anda ella, una vez más, protagonizando las vanguardias de la gran pantalla y sosteniendo su trono como reina de las pelirrojas sin serlo: si es natural o de bote, ¿qué más da? Lo importante es que la gama se luzca con acierto, tanto más en estos tiempos donde la intencionalidad pesa cada vez más y lo genético cada vez menos.

En una publicación reciente, refería la actriz que «las superheroínas ya no podemos volver a ser un simple trozo de carne». Y digo yo que sí, que vale, pero que depende, que tampoco el papel de la Viuda Negra es el del profesor Xavier, y que alguna pirueta habrá que ver donde sus piernas corten el viento mientras se llevan por delante las muelas de diez. A fin de cuentas, la Viuda Negra no es Gambito de dama, como tampoco Conan es Winston Churchill.

Con todo, lo que aquí me trae a cuenta de aquella que es pelirroja sin serlo, no es otra cosa que ponerles en alerta sobre los ávidos deseos de heroicidad que, ocultos en nuestros anhelos más íntimos, todos hemos codiciado en más de una ocasión. Y si esto no es así, que levanten la mano aquellos que nunca hayan participado en la tan habitual conversación que se sostiene bajo la premisa de pronunciarse acerca de cuál es el poder que elegirías en el caso de que se te pudiera conceder. ¡Ojo!, avisados quedan: este tipo de chascarrillos y pláticas, aparentemente triviales e irrisorias, pueden desvelar tus intenciones más íntimas: elige tu poder, y te diré quién eres.

Mucho ojo con aquellos que se posicionan sobre las potencialidades del hombre invisible: normalmente, buscan altas cotas de inmunidad y evasión que les permitan sortear sin castigo y en beneficio propio todo aquello que está tipificado en el Código Penal. Jamás he visto a un hombre invisible plantar árboles desde el anonimato o dar techo a los sin techo en pos de un mundo mejor.

Mucho cuidado, también, con aquellos que se decantan por el tema de la telepatía. Estos albergan en su interior a una vieja del visillo con pretensiones de gloria y conquista: gente que se deleita en las mieles del cotilleo ajeno y en el jactancioso cribado de obtener la certeza que brota entre lo que dices y lo que piensas. Los reconoceréis porque, además, miran a medio ojo, como con sospecha.

Ni que decir tiene que también guarden ustedes distancias con todo aquel que manifieste querer ser como Hulk: son individuos, generalmente enclenques, que retienen en su interior altos niveles de ansia por devolverle a alguien y a palma abierta alguna de aquellas que, tanto a diestra como a siniestra, repartía Bud Spencer con inigualable maestría. Son gente rencorosa, de perdonar y no olvidar: seres a los que la vida, muy sabiamente, no dotó con el don de la fortaleza a fin de que no se ensañaran con el entorno.

Y, por otro lado, tampoco se equivoquen con aquellos que refieran pretender ser como Batman: a nadie le gusta campear la madrugada sobre cornisas húmedas y callejones llenos de contenedores. Y es que, de querer ser Batman, lo quieres ser por la pasta, esto es, más por la Fundación Wayne que por el hombre murciélago. Que sí, que el traje mola, pero que tú a por lo que vas es a por la cuenta corriente, que yo lo sé, pillín. Porque, seamos sinceros: en estos tiempos que corren, llenar un carro del Mercadona a fin de mes y sin mirar el saldo es, sin lugar a dudas, un gran poder.

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