Opinión | La vida moderna Merma

Aplazar la ilusión

aplazar la ilusión

aplazar la ilusión / Gonzalo León

Está todo tan desarmado que, muchos de los órdenes de nuestro día a día que nos servían para ubicarnos, han sido sustituidos por híbridos que, ni por asomo, se asemejan a lo que no tenemos.

La vida de cualquiera de nosotros se ordenaba en muchos de los casos, con un calendario mental donde la Semana Santa, la Romería del Rocío o la Navidad servían como elementos claves para el orden vital.

Esto pasa antes del Rocío o después de Navidad. Aquella cosa sucedía entre los Carnavales y la Semana Santa. Te ubicabas según los movimientos sociales de los tuyos. Se calculaban hasta los embarazos y todo, ahora, ha desaparecido.

Pero no pasa nada. Hay dos mantras para tener en cuenta: Uno; lo importante es participar, y dos; mejor esto que morirse. Partiendo de esta base, donde con no morir ya estamos contentos, es hora de ir planteando un futuro algo más esperanzador que lo que hasta ahora hemos tenido.

La Semana Santa y la actividad cofrade en general forma parte de la vida de nuestra tierra. Dinamiza, genera riqueza y suele ir de la mano del arte y la cultura. La gran belleza de la religiosidad popular es en Andalucía algo justo, bueno y necesario.

En Cuaresma todo cambia en nuestra tierra. Por eso, en los estertores de la pandemia -o eso parece-, es normal y lógico que el anhelo y la añoranza estén a flor de piel ante lo que se acerca sin poder controlar la velocidad de llegada.

Hace pocos días, los que trabajan por el mundo cofrade -de manera completamente desinteresada y altruista-, acordaban que la gran procesión magna con la que conmemorar el Centenario de la Agrupación de Cofradías debía esperar.

No fue sorpresa para ningún cofrade pues, en su mayoría, todos tenemos ojos para ver lo que sucede a nuestro alrededor e incluso algunos padecen. No es tiempo aún de procesiones, pero siempre de oración.

Aún así, siempre queda el regusto amargo, a pesar de lo sensato de la decisión, ante esa puerta entreabierta donde nunca queda claro si la corriente volverá a cerrar u optará por abrir del todo.

Sea como fuere, es cierto caer en la reflexión sobre el culto público en los meses venideros pues el horizonte no es tan halagüeño como parecía hace meses, pero aún así sigue siendo esperanzador a medio plazo.

Aún así, el tiempo pasa y la sociedad se va amoldando a los nuevos escenarios. Volvieron las discotecas. De una manera extraña, con restricciones y dificultades variadas. Con separaciones y espacios limitados -o eso dicen-. Igualmente, la hostelería volvió a respirar un poco aunque volvamos a limitar los aforos por mesas y el horario siga acotado.

Es un tira y afloja con la maldita pandemia de la que, por seguro, saldremos victoriosos y más unidos que nunca. Pero hasta que eso llegue, quizá debamos replantearnos cositas.

La recuperación del culto público en Málaga es necesaria. Como obligatorio es que tomemos conciencia de que la pompa que todos adoramos y echamos en falta es hoy una quimera que puede tardar poco o mucho en volver.

Mirar a Jerez de la Frontera, asumiendo las diferencias de población, podría ser un primer paso para plantearnos si preferimos no tener nada o tener un poquito. Si queremos mantenernos en un sueño hasta que contemos con la plenitud de garantías para montar lo más grande o si podemos pasar antes por ver a la Virgen en unas andas a hombros o ruedas por su feligresía.

La ilusión no se pierde, se aplaza. Y por eso debemos pensar en positivo frente a unos meses en los que, suceda lo que suceda, a los cofrades se les presenta un calendario nutrido de actividades donde un congreso internacional dirigido a los nuestros tendrá lugar en Málaga en septiembre. Y a ello le debemos sumar que la Catedral de la Encarnación será ese gran lugar de oración conjunta de los cofrades en torno a algunas de las imágenes con mayor devoción de la ciudad.

Son muchas las incógnitas a las que nos enfrentaremos próximamente y no desearía a nadie estar en el pellejo de quienes están trabajando día a día para conseguir que pronto vuelva el abrazo tras la procesión.

Por eso, los cofrades bien pudieran trabajar en la gestión adecuada de la ilusión. Ésa que nos aguarda y que siempre estará ahí. Volveremos. Eso es seguro. Y será con andas, sobre grandes tronos, de golpe o por fascículos; pero volveremos.

No cabe la desilusión en aquellos movidos por la fe. Habrá magna. Habrá Semana Santa. Habrá reencuentros emotivos. Abrazos de Cuaresma. Seguro. Aunque no sepamos si será en octubre, noviembre o abril. Pero queda poco. Y ante esta situación compleja solamente queda esperar con ilusión y, quizá, enamorarse de detalles hasta ahora nimios como una imagen en andas acudiendo a la Catedral. ¿Con eso me conformo? No. ¿Con eso me ilusiono? Por supuesto. Porque será el principio del fin.

«Esperar no significa empezar a ver la luz, sino confiar con los ojos cerrados en que el Señor la posee plenamente y vive en esa claridad. Él es la Luz». Lo dice San Josemaría. Y si él lo dice, no hay más que hablar.

Viva Málaga.