Opinión | EL CONTRAPUNTO

La Ruta de los Monteseros y otros relatos

Es un grato honor. El poder celebrar desde estas hospitalarias y siempre doctas páginas de “La Opinión de Málaga” la buena nueva de la llegada de un libro dos veces magistral: “La Ruta de los Monteseros y otros relatos”. Es su autor don José Cuenca, Embajador de España. Uno de los más grandes diplomáticos de la reciente historia de Europa, además de brillantísimo escritor y maestro en múltiples y fecundas sabidurías.

Su firma ha ennoblecido recientes obras importantísimas: “Sierras, perdices y olivares” (1996), “La sierra caliente” (2003), “Encuentros de un Embajador con Don Quijote (2008), “La noche de bodas. Relatos de Cazorla y de Segura” (2010), “De Suárez a Gorbachov” (2014) y “Las mentiras del separatismo. Cataluña y Quebec” (2019). Ahora nos llega “La Ruta de los Monteseros y otros relatos”, la última obra maestra de don José Cuenca, en una cuidadísima primera edición. Que sin duda es un espléndido “collector’s item”, gracias al ejemplar buen hacer de la Editorial Renacimiento. Y en cuya contraportada he podido leer la muy bien medida descripción de este gran libro, la que me permito compartir con ustedes. Estoy seguro de que me lo agradecerán:

“La acción se desarrolla en los anchos espacios del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Ahí están sus montes, ríos y pinares, que José Cuenca describe con prosa certera y musical. Y los serranos guardas forestales y pastores, de larga tradición en estas tierras; buhoneros, recaderas y arrieros, hechos a las duras disciplinas del camino; cazadores y furtivos, de mayor, de menudo y de reclamo. Y los avezados monteseros: hombres serios y enterizos, de palabra justa y reposada, que imponían respeto con solo su presencia y se movían con el empaque de la gente antigua de la Sierra. En sus páginas se encuentra el amor a la naturaleza, la caza y algo más: el recuerdo de hombres y mujeres que fueron el alma de la Sierra. Y el drama de la España vacía: cortijos estragados, casas forestales derruidas, huertas sin cultivo, viejas espadañas sin campanas. Un mundo perdido, que está empezando a resurgir.”

Hace un par de días tuve el honor de hablar con don José Cuenca. Me tomé la libertad de felicitarle por haber hecho posible este maravilloso libro, imprescindible en tantos sentidos. Incluso me atreví a comparar la emoción que me había producido su lectura con la que sentí hace ya mucho tiempo en la inmersión en el “Tao te ching” (“El libro del Camino y su Poder”). El clásico de la gran escuela filosófica china y obra iniciática del taoísmo. Creo modestamente que estas líneas, traducidas de su capítulo 11, podrían apoyar mis palabras: “Colocamos treinta radios juntos, como los radios de lo que llamamos una rueda. Pero es en el espacio vacío donde mora la utilidad de la rueda.”