Opinión | La calle a tragos

El libre albedrío de 'febrerillo el loco'

La genética cambiante del mes vigente se ha visto reflejada en ese debate oscilante que ha desembocado en la eliminación del uso obligatorio de la mascarilla en los espacios exteriores

Los ciudadanos pasean tras la eliminación de la mascarilla obligatoria.

Los ciudadanos pasean tras la eliminación de la mascarilla obligatoria. / Álex Zea

En los últimos tiempos, para rimar con las nuevas costumbres que la pandemia ha incrustado en nuestras vidas, me he aficionado a ilustrarme a primera hora de la mañana en el habitáculo en soledad que me presta el ascensor cuando subo a mi puesto de trabajo. Mejor me explico un poco, para que no resulte más extraño aún de lo que ya de por sí es. Desde que lo cambiaron por uno más moderno -en el anterior me quedé encerrado con un compañero la tarde de Año Nuevo de 2020-, no solo se terminaron las tonificantes ascensiones por decenas de escalones. Comenzó una nueva etapa en la que la pantallita del elevador informa de lo que acontece en este planeta Tierra, cuyo estado de ánimo también deambula con inercia de montaña rusa hacia arriba y hacia abajo. El artefacto en cuestión incluye frases hechas que nos recuerdan en qué preciso instante de nuestras existencias nos encontramos. Incluso, vomita refranes que acaban inspirando un artículo como el que ahora están leyendo.

«En febrero el loco, ningún día se parece a otro», leí esta misma semana mientras apuraba la digestión del desayuno. La frase me recordó la genética cambiante del mes vigente. El libre albedrío de ‘Febrerillo el loco’ está omnipresente en la actualidad, que ha pasado sus primeros días empachada por las siluetas dialécticas del diputado del PP que se despistó al votar la reforma laboral y las de los dos parlamentarios navarros que hicieron la guerra por su cuenta en la Carrera de San Jerónimo.

El espíritu imprevisible de la segunda mensualidad se ha visto, igualmente, reflejado en el debate oscilante que ha desembocado en la eliminación del uso obligatorio de la mascarilla en los espacios exteriores. A estas alturas de la película interminable del coronavirus, el cansancio mental amplifica la confusa percepción a la que nos han condenado ciertos gobernantes adictos al ‘dónde dije digo, digo Diego’ de un día para otro. Y no pasa nada. Ahora solo queda tomar partido en la división de opiniones reinante. Apostar a blanco o a negro. Este país es alérgico a los grises y solo ve la botella medio llena o medio vacía. O celebra la medida porque tiene su lógica o le da la bienvenida a una hipotética séptima ola.