Opinión | BAJO EL PUENTE DE HIERRO

San Valentín

CELEBRACIÓN SAN VALENTIN EN CÓRDOBA

CELEBRACIÓN SAN VALENTIN EN CÓRDOBA / Salas

El amor se celebra con prudencia. El corazón es una hoja de hiedra. En el pasado defendían que los pensamientos se acumulaban en el esternón y no en la cabeza. Los primeros corazones fueron asimétricos y vegetales. Eran semillas o frutos, con el capricho de la naturaleza desdibujando sus límites. San Valentín murió decapitado. «El sentimiento de que el mundo se precipita hacia la ruina es muy antiguo», contestó Milan Kundera. Yo batallo la oscuridad con amor. Qué nos queda. Qué hay más humano que el diálogo húmedo de los cuerpos.

Bombones y velas. Todo me vale si la cena acaba como acaban todas las cosas que importan: en horizontal. Como los paisajes y el cansancio. Con un vastísimo desmayo. Un relámpago yacente. El espinazo de un lobo que la claridad descifra. Una tierna arquitectura que devino en ruinas. Los besos. La teta entre los labios como una flor extinta. El roce monocorde. El día de los enamorados, valga la redundancia. El corazón es un órgano oscuro, un columbario. Bienvenidos a la carne. Al itinerario de la duda. Al canto imperfecto del presente. Todos los orgasmos son el mismo orgasmo, un estremecimiento universal y rojo. Una vez mandé una carta de amor a la chica que más me gustaba del instituto. Ella abrió el sobre en el recreo. Encontró un folio en blanco.

El lunes celebraremos los encuentros futuros y lloraremos las fracturas viejas. El amor es un astro inerte. Es la luz la que da sentido a su danza circular. A veces ensombrece y otras veces ciega. Pero es interminable la pirueta. San Valentín se inventó para recordarnos que es mejor acabar sin cabeza que sin corazón. El amor es un rapto de uno mismo. Estocolmo intramuros. Es su encanto, el encanto descerebrado del deseo y este afecto puntiagudo y el entusiasmo de los tobillos descarnados y la marca de los dedos en los muslos y el sudor apelmazando el cabello en la nuca y una herida minúscula en la boca y el terremoto en las entrañas y el tendón del pie como el arco que Ulises tensa y el párpado enfurecido y esta dócil guerra.

La carta está en blanco, confesé, porque quiero que la escribamos juntos. Ella hizo de mi papel una bola y la tiró a la papelera de la clase. Aprendí aquel día que no hay deseo sin tinta. Que no hay amores transparentes. Que la expectativa es apenas un esqueleto. Que todo amor es vértigo y palabra. Una temblorosa valentía. Una luz intensa y ruidosa, como la persiana que desvela la mañana tras una espantosa resaca. He amado y amaré como único compromiso con mi especie. Febrero es un mes precioso por su brevedad y sus pavesas. El desamor es suficiente estímulo. Un corazón roto es un surco donde arrojar semillas.

Amen. Amén.