Viento fresco

Expofracaso

Ya nos lo enseñó Rilke: sobreponerse es todo

Moreno, Albares, De la Torre y Salado, en la Embajada de España en París.

Moreno, Albares, De la Torre y Salado, en la Embajada de España en París. / A. I. M.

Jose María de Loma

Jose María de Loma

El talón de Aquiles de la autoestima de Málaga era el fútbol. Hasta ahora. Con el revés de la Expo 2027, concedida a Belgrado, nos encontramos ante otra llaga en el consciente colectivo de esta ciudad pujante, de moda y en ebullición. Pero sobreponerse es todo, que decía el verso de Rilke. Málaga ha caído con decoro, seguramente han influido cuestiones de geopolítica que se nos escapan en la decisión, lo cual no quita para que se haga autocrítica respecto a la idea presentada, el calor que ha recibido, la forma en la que se expuso la candidatura y la pertinencia y tiempo con la que se ha trabajado para el objetivo.

De la Torre encajó bien la derrota, una derrota que es también de la oposición, que ha hecho seguidismo, lo único que se podía hacer, ante esta idea. Oposición que, en parte, también estaba en París. Era una foto en la que había que estar pese a que la foto haya salido por la culata y los retratados tuvieran cara de pasmados. Una oportunidad perdida. Pero una oportunidad resucitable también: ahí están los terrenos y salvo que se caiga en la tentación del rápido pelotazo, viviendas y viviendas y tal, pueden ser un imán para atraer inversiones. Los acontecimientos se inventan, no solo han de ser concedidos. La Expo 2027 iba a ser el broche a la era delatorriana, pero conociendo al regidor no tardará en proponer nuevos incentivos. Habrá que ver cómo pesa, no obstante, esta derrota en su ánimo personal y político. En la calle (no en los medios o en la burbuja de las redes sociales) se percibe cierta indiferencia, un la vida sigue. Tal vez la promoción de la candidatura, así tenía que ser, ha sido más en el exterior que en la propia ciudadanía malacitana. Todo ha sido un sueño irrealizado. Hay que borrar lo de 2027, el futuro es infinito y trasciende a los dirigentes, coyunturales. Ellos se lo pierden. Nosotros también. Lo que no debería perderse es el lema, a modo de blasón: la ciudad sostenible. Ahí está el meollo.

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