Opinión

La cultura debe ir más allá de manifiestos

Reflexiones a propósito de los movimientos de ciertos sectores de la cultura para luchar contra el avance de la ultraderecha en las próximas Elecciones Generales

Bob Pop, en la presentación del manifiesto de la cultura contra el avance de la ultraderecha

Bob Pop, en la presentación del manifiesto de la cultura contra el avance de la ultraderecha / Sergio Pérez/Efe

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

El notable aumento en intención de voto del PP y los coqueteos, por emplear un eufemismo, de éste con la formación de ultraderecha Vox han llevado a que cierta parte del sector cultural de nuestro país, afin a partidos progresistas como el PSOE y el flamante Sumar, hayan tomado la palabra en nombre de la libertad de expresión y los avances logrados los últimos años en derechos de ciertos colectivos, especialmente el LGTBI+. El hecho merece un análisis por partes.

La censura

Hace unas semanas, los y las profesionales de la cultura de nuestro país difundieron en sus perfiles de redes sociales un texto sobre el peligro del avance de la ultraderecha y su instalación en sillones de la gestión municipal a partir de varios ejemplos recientísimos: la cancelación de la proyección en un cine de 'Lightyear' (que incluye un beso entre dos mujeres) y el veto a una obra de teatro de Virginia Woolf por parte de Vox. Cortoypego extractos de un formidable hilo del músico Pepo Márquez (@Pepo_Marquez) al respecto: «No puedo dejar de señalar mi sorpresa al ver que, otra vez, la única reacción de los y las profesionales de la cultura ante situaciones de censura es colgar un textito en Twitter»,«¿Tu ayuntamiento no permite programar unas obras en espacios municipales? OK, organízate con más gente, alquila un espacio y proyecta esa película o proyecta esa obra de teatro?», «Si todo el peligro de los nuevos gobiernos municipales es ese, entonces no es peligro. Por favor, demostremos que tenemos ideas y medios (que los tenemos) y dejemos de hacernos las víctimas por cosas así».

Una consideración sobre lo anterior: a la hora de hablar de censura se suele caer en reflexiones unidireccionales. Muchos han recuperado estos días para el debate público la cancelación, hace un año, de la gira española del director de cine y músico Emir Kusturica ante las protestas de la comunidad ucraniana por la defensa acérrima de Vladimir Putin del serbio. La noticia no generó entonces artículos de opinión o manifiestos sobre la libertad de expresión. Total, era un artista extranjero, no uno de los nuestros, que se había metido en problemas por alinearse con otro señor extranjero. Debe de ser que la libertad de expresión sólo ha de ser defendida cuando tiene que ver con nuestros puestos de trabajo y nuestro derecho a expresarnos (el de los demás, que lo protejan, pues eso, los demás). 

Manifiestos

¿De verdad que no se puede hacer otra cosa que no sea elaborar un manifiesto y estampar un par de centenares de firmas? ¿De verdad que, una vez más, hemos tenido que leer aquello de «primero vinieron a por los...», algo que ya, por sobreutilizado, ha quedado reducido a una cosa insípida, desprovista de poder alguno? El sector de la cultura, al que se le presupone ingenio, creatividad y alergia a lo convencional, debería idear unas estrategias algo más contundentes, menos retóricas y más activas; de lo contrario, sólo se victimiza.  

Lo cual tendría que ver con algo de lo que se habla poco o nada: ¿busca realmente la cultura española en sus productos un receptor activo, inquieto, no acomodado, políticamente activo? Me refiero no a en el prólogo a unos comicios generales sino al resto del tiempo. Resulta difícil pretender días antes de unas Elecciones Generales hablarle en estos términos al público cuando, por ejemplo, apenas hay películas españolas sobre asuntos que definen nuestra actualidad. 

Lo resumo: ¿cómo puedes pretender que la gente se conciencie sobre el alarmante avance de la ultraderecha cuando no se ha hecho ni una sola película sobre ello en nuestra cinematografía reciente? Si tanto importa la educación a la hora de afrontar problemas contemporáneos, ¿por qué no hay ni una película sobre lo que se cuece en las aulas españolas? A las recurrentes quejas sobre la nula presencia de la cultura en los programas y debates electorales se me ocurre una explicación rápida: La cultura no importa porque no se ha hecho importar.  

Referentes

Otro asunto capital: no hay referentes del votante joven, un nicho crucial, que se signifiquen políticamente. La mayoría de los comunicadores, creadores de contenidos, intérpretes, músicos y creativos de todo tipo por los se sienten interpelados los españoles que no peinan canas no expresan sus preferencias políticas (las de algunos y algunas, especialmente los youtubers que se trasladan a Andorra para pagar menos impuestos, son fácilmente adivinables). Tienen miedo de perder seguidores y, por tanto, negocio. Algunos lo hicieron, como, por ejemplo, Rosalía. ¿Recuerdan su sonado tuit «Fuck Vox»? Alguien de su equipo tuvo que tirarle de las orejas porque desde aquello ni una palabra política en las redes sociales de la cantante y trendsetter catalana residente en Miami, que, eso sí, no desoye las invitaciones de programas ideológicamente controvertidos (sí, me refiero a 'El Hormiguero') para hacer monerías. Aunque, en realidad, eso también es una opción política: 'Fucking Money Man'.

El "Fuck vox" de Rosalía

El "Fuck vox" de Rosalía / Twitter de Rosalía

Así que hay que conformarse con Bob Pop como referente más 'fresco' de esa cultura que busca ser decisiva en los procesos de toma de conciencia. Los demás, los habituales Pedro Almodóvar, Ana Belén, Rosa Montero, Javier Bardem, Miguel Ríos, Joan Manuel Serrat et al; personalidades con una capacidad movilizadora relativa y que suponen poco o nada (ése sería otro debate) para los votantes de menos de 30 años (siendo benévolos). Así que al final es un ejercicio de prédica a los conversos de escasísimo rédito político, cuando no una maniobra directamente contraproducente: algunos de los personajes que firman estos manifiestos ya están quemados en estas lides por todo tipo de fake news, insultos y clichés que, lamentable e injustamente, han desbaratado su imagen pública.

Reconciliación

Un hipotético acuerdo PP-Vox para el Gobierno de España se dejará notar, y no para bien, en la cultura española, con toda seguridad. Les tocará entonces a «los y las profesionales de la cultura» nadar a contra corriente y demostrar la importancia capital de su tarea, más allá de manifiestos y declaraciones personales en entrevistas. Pero lo que cultura necesita realizar la cultura es un ejercicio de reconciliación con la ciudadanía española, porque, sí, es injusto y doloroso que por el "No a la guerra" se produjera esa desafección en buena parte de la sociedad y su cultura, pero lo cierto es que existe, es palpable. Y hay que ponerle remedio.