Arte-Fastos

Bellas nalgas (al natural)

José Manuel Sanjuán

José Manuel Sanjuán

Si usted decide visitar Nápoles y además disfruta con el arte grecorromano, le recomiendo una visita al Museo Arqueológico Nacional que exhibe, además de espléndidas piezas procedentes de los yacimientos de Pompeya y Herculano, la notable colección de antigüedades de Isabel de Farnesio, madre de Carlos III de Borbón. Para su información, en la planta baja, junto al Jardín de las Fuentes, en la sala 25 se encuentra una escultura de mármol blanco, de 152 cm. de altura, copia de un original helenístico del siglo III a.C., y que suele pasar desapercibida al no ser tan conocida como sus hermanas la Venus de Médicis o la Afrodita de Milo. Se trata de la Afrodita kallipygia (de las bellas nalgas) que alza su túnica para mostrar sus nalgas al espectador; homenaje comprensible porque los griegos las consideraban la parte más bella de la anatomía femenina, e incluso escritores como Ateneo o Alcifrón (siglo II d.C.) mencionan que las mujeres espartanas competían en concursos sobre la belleza de sus nalgas.

Quizá piense el lector que este tema carece de importancia, que es intrascendente. Al contrario, tiene plena vigencia en nuestra sociedad hiperconsumista, donde las estrategias publicitarias se basan en captar la atención y «excitar» los sentidos, activando con frecuencia «el juego de las sugestiones sexuales vistiendo/desvistiendo lo femenino» (Lipovetsky). En consecuencia: culos, nalgas, pompis, glúteos, traseros, posaderas o bullarengues aún mantienen un enorme atractivo erótico, herencia de nuestros antepasados primitivos, filón que las empresas de moda no han dejado de explotar. Sin contar revistas ni televisión, no es inusual su presencia en anuncios dispersos por calles y plazas; como el que se halla en una mampara publicitaria, cerca de mi casa, donde una firma británica de ropa femenina muestra a una chica en un escorzo muy voluptuoso, cuyo diminuto bikini mengua con premura al final de la espalda y su rastro desaparece entre «ese par de carnosas nalgas hemisféricas» (Desmond Morris).

Pero la prueba más evidente de esta visibilización de las nalgas ha sido la irrupción a escala planetaria, puesto que vivimos en una aldea global, del llamado bikini brasileño y su posterior evolución, el bikini tanga, prenda «atractiva y de diseño sexy» que hace furor en muchas jovencitas (y no tan jovencitas) en cualquier playa del litoral. Según leo en una página web especializada en consejos y tendencias de moda femenina, estas prendas «son perfectas si tienes un trasero tonificado y firme, pero sirve igualmente si tienes un trasero redondo».

Creo adivinar la diferencia, expresada de modo muy diplomático, entre ambos traseros; pero es una pena que no podamos preguntarle a nuestra querida Afrodita kallipygia, en razón de su infinita sabiduría y venerable longevidad, si alguna vez ha visto un culo que no fuese (más o menos) redondo.