Notas de domingo

Indecisiones

Héctor Gómez, ministro en funciones de Industria, Comercio y Turismo, durante su entrevista con La Opinión de Málaga.

Héctor Gómez, ministro en funciones de Industria, Comercio y Turismo, durante su entrevista con La Opinión de Málaga. / L. O.

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Lunes. Recibimos en la redacción al ministro Héctor Gómez, hombre jovial que sube por las escaleras rechazando el ascensor y que viene con aspecto como de recién salido de la ducha. Se somete de buen grado y sin rechazar ninguna pregunta a la entrevista que le realiza mi compañero José Vicente Rodríguez. Trae un amplio séquito. El ministro, no Rodríguez. Siempre que veo a un ministro, cosa que a veces sucede con más frecuencia que otras, pienso en el poder, en las decisiones, en la alta política, en la ambición. Pero a hora tan temprana y sin café no me da para más la cabeza y las excursiones mentales comienzan a circunscribirse hacia la pregunta de dónde me tomo un cortadito rápido. El Centro está lleno, llenísimo de turistas, siempre lo está ya. Las terrazas están colmadas y hace un día veraniego, no de principios de octubre. Veo a un grupo, tal vez de alemanes, cuarentones, con bermudas, riendo, y pienso en cómo será su día, en dónde amanecerán mañana, qué irán diciendo de esta ciudad a sus allegados. Tal vez incluso crean que el arroz que van a comer a mediodía es paella auténtica. A la tarde me sumergo en la lectura de Las despedidas (Libros del Asteroide) de Jacobo Bergareche, que ha dado a imprenta una historia, una novela, absorbente, corta y solvente. Muy bien escrita. Ya triunfó con Los días perfectos (2021). Qué estará haciendo ahora el ministro. Ceno brócoli.

Martes. Hay algo de purificador en cortarse el pelo. Las peluquerías les gustan mucho a la gente, creo yo, pero a mí me da pereza esperar, esperas incluso habiendo cogido hora. Me intimida tener que charlar con alguien que, esgrimiendo unas tijeras, te pregunta por la política o por tus preferencias futbolísticas. Nada más sentarme repito en tono impostado jovial la gracieta que, por romper el hielo, siempre hago al principio: «Córtemelo mucho salvo en la coronilla, que ya ahí no hay nada que cortar». Que no sé yo qué de malo tendrá el hielo. El público afín, que uno lo tiene variado, antes me decía tras un corte de pelo: estás más joven. Ahora me dice: estás más guapo.

Miércoles. Canal Sur Radio. Jesús Vigorra nos recomienda Casa Moreno, un colmado, una tienda de comestibles en el centro de Sevilla que lleva un siglo abierta, donde también se puede tapear y donde casi siempre hay alguien conocido. El dueño y encargado, Francisco Moreno, empapela las paredes con hojitas en las que escribe aforismos, frases, opiniones o lo que podríamos llamar mini columnas filosóficas, de actualidad, cachondas, etc. Tienen fama los montaditos como el de chorizo picante con queso de Cabrales. Se puede desayunar o ir a la hora del botellín. Un pequeño espacio de autenticidad y tipismo en ese mar de franquicias y turisteo que son ya los centros de las grandes ciudades españolas. Visita pendiente. «Te gustará, tú que eres muy aficionado a los aforismos», me dice Vigorra. Y al aperitivo.

Jueves. Propuesta de antología: los chistes que los españoles han hecho al hilo de que jamón en portugués se diga ‘presunto’.

Viernes. No sé qué le ve la gente a ir de compras. Tú es que siempre vas como con prisa, me dice Amaya. Transijo en comprarme unos pantalones. Los grandes almacenes son uno de esos infiernos del indeciso. Invertimos cuarenta minutos en el asunto. Camino luego hacia casa con la bolsa. Feliz. Pero a mí lo que me gustaría ser es un niño con zapatos nuevos.

Suscríbete para seguir leyendo