Viento fresco

La mujer del balcón

Observo a una vecina que todos los días temprano sale a tender. La vida se repite

La vida vista desde un balcón.

La vida vista desde un balcón. / La Opinión

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Casi todas las mañanas mientras tomo café veo en el balcón de enfrente a una mujer que tiende ropa, dobla camisas, airea manteles o sacude alfombras. Tiene casi siempre rostro de cansancio y suele ir con una camiseta gastada y el pelo recogido. No sé cómo es el interior de su vivienda ni con quién vive. Solo tengo ese fragmento diario de su vida. Que tal vez sea feliz y familiar. O no. Ignoro si tras la tarea doméstica marcha a un trabajo satisfactorio muy arreglada o si ese quehacer es solo el principio de una dura jornada monótona dedicada a las labores del hogar, al servicio del resto de la familia. Imagino que tras el rato en el balcón se premia con un buen rato de tranquilidad, una infusión y unas tostadas, aunque tal vez haya desayunado muy temprano.

En ocasiones creo que me atisba. Tal vez ella también piense que mi vida es tomar un café temprano en una taza azul mirando por la ventana. Igual hasta fantasea con qué haré yo luego el resto de la jornada. Nunca me la he cruzado en la calle aunque no sé si la reconocería con otra indumentaria y el pelo suelto. La distancia a la que la observo, con el sol a veces deslumbrando ligeramente, es la suficiente como para que su rostro me sea algo difuso. Así que tal vez sí nos hayamos cruzado.

La escena, tendiendo ropa, doblando camisas, aireando manteles, sacudiendo alfombras, se va repitiendo cotidianamente, mientras los días y la vida van pasando. Alguna noche miro por esa ventana cerca de la que tomo café por la mañana y miro a su bloque. Suele haber luces en casi todos los pisos y en el suyo también. En el balcón de arriba del que yo observo si se ve de cuando en cuando y a lo largo del día a niños. En el de abajo, una pareja sale en ocasiones a fumar, tal vez por no molestar a un abuelo o a un niño que viva con ellos, tal vez por mirar la tarde echando humo a las nubes. No sé qué verán ellos en el balcón que hay justo debajo del mío.

Tengo ganas de que llegue el fin de semana para comprobar si también sale, aunque tal vez ella ya tendrá comprobado que los sábados y domingos no estoy temprano tomando café en mi taza azul junto a mi ventana favorita. A veces creemos conocer a una persona pero sólo la vemos en un ámbito muy determinado y a la misma hora, un camarero con el que tengamos confianza, por ejemplo. Pero ignoramos cómo es en otros momentos, fuera de su territorio. O del nuestro. Fotogramas incompletos de una vida. Juicios parciales por tanto. Pudiera ser que la mujer que observo ni siquiera viva ahí y sea una empleada de hogar. Sin descartar que ese diagnóstico sea un prejuicio mío. Lo que sí es seguro es que mañana volverá a amanecer. Quizá cambie a una taza blanca.

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