MÁLAGA DE UN VISTAZO

‘El Racimo’, un manojo de memoria

La ‘Málaga de moda’ se transforma y altera a una velocidad tan irracional como los patinetes por las aceras

Vistas de Málaga desde las torres de Martiricos.

Vistas de Málaga desde las torres de Martiricos. / Gregorio Marrero

Ignacio Hernández

Ignacio Hernández

La vida transcurría de forma mucho más sosegada en estos lugares que pertenecen al pretérito. La ‘Málaga de moda’ de Centro Histórico gentrificado, de proyectos urbanísticos que atentan contra nuestro horizonte, de rascacielos los cuales no nos dejan ver más allá de la especulación de la sinrazón, de récord de turistas, de parque de atracciones al uso… se transforma y altera a una velocidad tan irracional como los patinetes por las aceras.

«El bar es para mí un lugar de meditación y recogimiento, sin el cual la vida es inconcebible», me dice Luis Buñuel apurando un clarete frío. Los bares, tabernas y cafés de esta urbe han desarrollado un destino esencial en nuestra cultura mediterránea. Lugares envueltos en un entorno de complicidad que emerge frente a un par de cervezas, una copa de vino o un café desbordante de un humo que se ciñe a la nostalgia. Porque un bar nunca será literario por la audacia de sus dueños, sino por las causalidades, las épocas y las historias vividas las cuales le han legado un lustre propio.

‘El Racimo’, tras más de cien años de acervo, cierra sus puertas el próximo diciembre. Inmediatamente recuerdo a Manuel Martín Ramírez, el amigo machadianamente bueno y Juan Miguel López Camacho (Juan Cupón), el compañero donde habita la generosidad, quienes iniciaban su singular ‘ángelus’ en este bar de la calle Mármoles que los vio crecer y madurar, este mesón centenario el cual fue frontera del Perchel. La Trinidad y El Perchel unidos por este escenario de testimonios donde la blasfemia se vuelve requiebro, las malas palabras alcanzan acrobacia lírica y los amores extraviados reviven en coplas que ni la brisa de la modernidad mal empleada parece poder llevarse. Gentes de subsistencias pausadas quienes se van desvaneciendo en su propio tiempo convertidos en un manojo de memoria. Retorno a esta encrucijada alzando mi copa por las ausencias.