TRIBUNA

Andalucía se rompe, con perdón

Coincido con quienes afirman la necesidad de reivindicar el espíritu del 4-D, pero no desde la confrontación, el insulto y el enfrentamiento, sino desde el respeto, la tolerancia y el diálogo

Juan de Dios Mellado

Juan de Dios Mellado

Cada año, quizás menos ya, un grupo de personas, de pensamientos e ideas dispares, tienen por norma recordar las vivencias personales y directas que vivieron en primera persona el 4 de diciembre de 1977, cuando el pueblo andaluz se echó a la calle poniendo voz a cuatro principios básicos (autonomía, libertad, democracia y amnistía) para que Andalucía estuviera en el lugar que exigía para salir de la dictadura franquista, la misma que ahora quieren resucitar quienes amamantan, piden y reclaman una sociedad sometida, torturada mentalmente, incapaz de trazar su futuro si no es bajo el totalitarismo que castra y anula a las personas. Hay grupos y grupúsculos que días atrás, desde posiciones inflamables e infamantes, cercaron la sede del PSOE en Madrid y en otros puntos de la geografía española. Los mismos que son herederos de quienes pretendieron incendiar el Día de Andalucía y que no sienten pudor alguno, sino todo lo contrario, en manejar como único argumento el saludo nazi y fascista. Entonces fueron militantes activos de Fuerza Nueva, de los llamados Guerrilleros de Cristo Rey, de Falangistas (no joseantonianos) y aquella asociación de alféreces provisionales, muy dados al manejo de las pistolas, tal cual hoy hay quien exige un golpe de estado o poner la pistola en la sien.

Hoy hace 46 años de aquellas reivindicaciones históricas, con más de un millón de andaluces en fiesta política por las calles de nuestras ciudades y pueblos, para iniciar el proceso democrático que hiciera posible el estatuto andaluz de autonomía, algo que se conseguiría el 28-F de 1980, siempre dentro de la Constitución que los españoles, de forma mayoritaria, habíamos votado en las urnas el 6 de diciembre de 1978.

Preciso es detenerse en reflexionar sobre aquellos acontecimientos donde el pueblo andaluz, mayoritariamente, dio ejemplo de civismo, de saber exigir y pedir igualdad y solidaridad entre los pueblos de España sin insultos y provocaciones, con argumentos muy sólidos, teniendo al frente de la misma una acreditada izquierda que supo liderar el proceso autonómico andaluz, factor que ahora se pretende ocultar o, lo que es peor, falseando la historia reciente de Andalucía, como si hubieran sido la derecha y la ultraderecha las protagonistas de aquel movimiento de rebeldía de los andaluces. Es falso y mienten de forma soez quienes sostienen esta tesis, si bien es cierto que el centroderecha, que encontraba acomodo en el partido del Gobierno Suárez, la Unión de Centro Democrático (UCD), supo entender que estas reivindicaciones populares eran el único camino para iniciar el proceso que sacara a nuestra tierra de la marginación, abandono, hambre y miseria a las que la habían condenado el más duro franquismo de la dictadura y ciertos terratenientes que la habían convertido en su cortijo particular, donde arramblar con todo como era su norma, incluida la sumisión de los jornaleros.

Siempre he defendido, desgraciadamente con escasa fortuna, la obligación histórica, social y política de reivindicar a quienes, entonces, dieron la cara y entendieron que sólo desde el respeto, la tolerancia y el diálogo se puede construir un país. En mi memoria tengo imágenes grabadas de Tomás García (PCE), de Ballesteros, Sanjuán y Ramón Germinal (PSOE), de Arredonda (PSA) y los nunca bien ponderados por su procedencia como fueron y son Paco de la Torre y Luis Merino, además de los fallecidos Ignacio Huelin y Paco Villodres, privilegiadas cabezas políticas de la extinta UCD.

Conviene traer estas reflexiones en los momentos cruciales que vivimos ahora en España, cuando con reiterada machaconería se afirma, sin pudor alguno y faltando a la verdad, que España se rompe; vaya, que está ya rota, hecha añicos. Y denuncian, sin pudor y vergüenza alguna, a un personaje, el más insultado del Reino de España, quien con maza y martillo, se dedica día y noche a hacer saltar, destrozar y machacar la España que nos dimos con la Constitución del 78. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno mal les pese a los irredentos que no fueron capaces de formar Gobierno, es, al parecer, de esta derecha extrema; el poderoso Hércules dispuesto, como personaje mitológico, a derribar las columnas que soportan la estructura de España.

Coincido con quienes afirman la necesidad de reivindicar el espíritu del 4-D, pero no desde la confrontación, el insulto y el enfrentamiento, sino desde el respeto, la tolerancia y el diálogo. Es el camino que nuestra historia reciente de Andalucía nos señala. ¿Seremos capaces de hacerlo realidad?


P.D.- No me olvido -no lo podré hacer nunca porque yo estaba a apenas 20 metros cuando asesinaron a Manuel José García Caparrós- de una fecha que estuvo, por desgracia, marcada a sangre y fuego. ¿Hasta cuándo se seguirá negando la autoría del asesino? De confiar es que la Ley de Memoria Democrática, 46 años después, ponga blanco sobre negro, de forma oficial, lo que todos sabemos. Amén.