Viento fresco

Aforismos navideños

Compró una casa más grande para que le cupieran mejor todas las ausencias

Una imagen del sorteo de la Lotería de Navidad.

Una imagen del sorteo de la Lotería de Navidad. / L. O.

Jose María de Loma

Jose María de Loma

A quien no tenga un recuerdo de su abuela en la cocina preparando dulces navideños, se le asignará uno de oficio.

Cuando nadie los ve, los personajes de Dickens organizan una fiesta de espuma. Por estas fechas todos hacemos balance. Salvo el contable, que lo considera horas extras.

Por lo menos tenemos alud, dicen en los sitios que nieva mucho cuando no les toca la Lotería. Compró una casa más grande para que en el nuevo salón cupieran tantas ausencias. Los Reyes son los bares. Feliz daño nuevo. Polvorones y mentecatos. El mazapán es el huésped navideño de nuestra panera. Allí convive con molletes, vienas, bollitos y otros panes. Tras la Navidad se marcha y el resto de panes vuelven a reinar, aunque algo melancólicos.

Nadie está a salvo de ser feliz una Nochebuena. Es mentira que en todos los sitios cuecen habas: son langostinos. Afortunado en el juego, desafortunado en ardores. Hay que ser muy besugo para preferir cordero. Las bolas de Navidad en el árbol nos recuerdan nuestra propia fugacidad. Todo gran escritor tuvo como primera obra la carta a los Reyes Magos. Mucho de los que no les gusta la Navidad son los que piensan que la Biblia es aburrida. El verdadero cambio climático es que la Navidad empiece en octubre.

Se acuesta en enero. Nadie puede decir cuñado impunemente. El turrón duro es un arma cargada de futuro. Partido de soperos contra casados. La madurez es comprender que nunca abrirás bien una botella de cava. Quien no derrama vino no tiene recuerdos. Queramos o no, los regalos son lubricantes de la amistad. Yo no sé la manía de no mandarme un jamón. Algo hemos madurado: el tamaño de la cesta de Navidad que recibes ya no mide tu estatus social y sí tu ego. Beber champán rosado un lunes. Hemos pasado de estar todo un mes para elegir la fiesta de Nochevieja más cachonda a emplear un tiempo similar en saber qué es pochar cebolla. En Navidad no hay soledad que valga: siempre te puedes ir de copas con el hipócrita que llevas dentro. Sigo siendo un niño, pero la Navidad ya no es en mi honor. Toda Navidad no es más que un intento de repetir aquella en la que en Nochebuena nuestra madre, adormilados, nos llevaba en brazos a la cama. La pandereta es la primera que está molesta con su propio ruido. La zambomba es la casquivana de la orquesta. Hay futuro: no hemos llegado aún a esa Navidad en la que uno gasta más en calmantes que en maquillaje; aún así, hay veces en las que trasnochar ya no es una consecuencia y sí un objetivo. Las peladillas se van de juerga con los borrachuelos. Los borrachuelos, ¿tienen resaca? A ver si con tanto ajetreo nos vamos a olvidar de la palabra alfajor.

Sociedad laica: la gula ya no es un pecado; es la gula del Norte, ideal en ensaladas. Siente un Rolex a su mesa. Dentro de cien años, todos a piña.

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