Viento fresco

El mirón y la langosta

Un paseo matinal por una zona que nunca defrauda por su viveza

Compras de Navidad en el mercado de Atarazanas

Compras de Navidad en el mercado de Atarazanas / Álex Zea

Jose María de Loma

Jose María de Loma

El vicio impune de mirar. Me interno en el mercado de Atarazanas, que lleva poco rato abierto, unos minutos apenas. Descubro que los puestos de tapeo y cañas también dan café, me doy una vuelta por los de mariscos para otear el género que acabará en tantas mesas malagueñas. Langostinos, gambas rojas, cigalas, langostas. Una de esas langostas parece mirarme. Tal vez esta noche esté en la cocina de una notaria o en el salón de un señor de clase media que haya decidido invertir en condumio y no en perfumes. En marisco y no en sobrinos. El encargado de un puesto coge un puñado de mejillones cocidos grandísimos y vocea el género mientras unos turistas lo miran atónitos, que es como se mira a un señor con mandil y mejillones en la mano desgañitándose.

Me doy una vuelta por los encurtidos y veo a los habitantes del País Aceituna que son gordos, rellenos, enjutos, verdes, parduzcos e incluso rellenos. Viro hasta por la zona de setas, níscalos y champiñones. La mezcla de olores es cautivante pero puede empezar a marear y el gentío comienza a colonizarlo todo. Me detengo en una fila de tomates gigantes, cuatro euros y medio el kilo, e imagino uno de esos tomates abierto en canal con buen chorreón de aceite y un tronco de atún encima. A lo mejor ese tomate también me imagina a mí abierto en canal y con perejil y limón en lo alto. Rechazo ese pensamiento rápido y salgo hacia calle Larios que ya está muy animada y donde el deporte del selfi se practica con bastante destreza; saludo a un poeta, charlo con un conocido, atisbo a un diletante. Me tienta ir hacia el puerto, ver la mar, inspeccionar si hay nuevos yates de lujo, pero pienso seriamente si no tendría que hacer la compra para Nochevieja. El placer de aplazar. No hay que fustigarse. Hay mucha vida que ver pasar. Me siento en Lepanto y observo. Pasa un joven atildado con una bolsa transparente del mercado. Lleva una langosta.

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