Notas de domingo

Segunda mano

Recibo desde los madriles el mensaje de un amigo: «Tío, está en Callao toda Málaga, esto parece calle Larios». La mayoría acaban esta noche en el Toni 2, le respondo

Presentación de la música del spot "Andalucía Crush" por la Banda de Cornetas y tambores El rosario de Cádiz, en el incio de la Feria de Turismo Internacional, que se celebra en Madrid.

Presentación de la música del spot "Andalucía Crush" por la Banda de Cornetas y tambores El rosario de Cádiz, en el incio de la Feria de Turismo Internacional, que se celebra en Madrid. / Álex Zea

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Lunes. Recibo la nueva novela de Luis Landero, ‘La última función’. Me dan ganas de abrazar el volumen e irme a casa corriendo. Bueno, andando. Irme a casa y tumbarme a leer al siempre fascinante Landero, uno de los mejores novelistas españoles de ahora y de hace mucho tiempo. Escribo esta frase y me acuerdo de aquello de Unamuno: «contra quién va ese elogio». No es el caso. Sin embargo, no puedo largarme, najarme, borrarme, el día viene tontorrón y complicado. Y con una reunión en lontananza de esas de las que la mejor frase después de dos horas es «hemos acabado». Enero cuesta aunque cuando usted lea estas líneas ya estará mucho más vencido. Tanto, que parecerá febrero: veo en televisión una pieza acerca de los almendros en flor, cosa, la floración, que ocurría en febrero avanzado. De hecho, creo recordar que leí en algún sitio que una contraseña para dar el ok al asalto al Congreso de los diputados en 1981, el tejerazo, era: los almendros están en flor, texto que fue insertado en los anuncios por palabra de un diario. Ya no hay anuncios por palabras, o hay pocos. Recuerdo hace años esas abigarradas páginas de anuncios y anuncios: venta y alquiler, casas de masaje, intercambio de coches, misivas amorosas, ofertas de trabajo. En Madrid hubo un periódico, Segundamano, que vendía miles y miles de ejemplares, creo que salía tres veces a la semana. He visto en el Segundamano esto y lo otro. Mira a ver en el Segundamano, decía la gente. Tal vez alguien tenga guardado de recuerdo un ejemplar. Ese ejemplar gracias al que encontró mascota, trabajo, pareja o una lámpara amarilla de Birmania con ribetes. Será un ejemplar que amarillee, testigo de una época, sobado, revendido ta vez. Exhausto de miradas al que ahora no mira nadie. Cuántas vidas cruzadas en esos anuncios. Clasificados.

Martes. Sevilla. Algo hay que comer. Casa Robles: Jamón, anchoas, almejas a la manzanilla. Los más atrevidos piden tarta de arroz con leche. Saludo a un articulista, «no me vayas a sacar en eso que haces los domingos». Lo mismo está hablando con psicología inversa. No lo saco. Le queda muy bien la corbata. Yo debería estar hoy en Madrid, en Fitur, como tantos años. Caminando hacia un acto, por calle Sierpes, recibo desde los madriles el mensaje de un amigo: «Tío, está en Callao toda Málaga, esto parece calle Larios». La mayoría acaban esta noche en el Toni 2, le respondo.

Habré hecho miles y miles de kilómetros de noche, en todo tipo de carreteras y con todo tipo de estados de ánimo pero conducir de noche ya no es para mí. El viaje se me hace más llevadero oyendo un podcast sobre el rey godo Leovigildo y su tiempo. A lo que se ve, el hombre era un gran reformista. Ceno endivias.

Miércoles. Reviso un perfil que escribí hace unas semanas para El Periódico de España sobre Emiliano García Page, tan de moda ahora. Releerse es un deporte de riesgo. Page y otros presidentes de territorios infrafinanciados mantuvieron un corrillo informal en Fitur que ha dado mucho juego informativo. A mí me importa poco la financiación pero me interesa muchísimo ese factor humano, esa gestualidad, ese tratarse de tú muy campechanamente, esa camaradería como de compañeros de oficina que han salido al café o al pitillo. Seguro que de ahí sale un grupo de whatsapp. Imagino a Carlos Mazón, presidente valenciano, mandando memes todo el rato. López Miras tiene mirada de niño.

Jueves. A ver si con tanto ajetreo nos vamos a olvidar de la palabra vericueto.

Viernes. Ese insospechado placer en arreglar una pequeña avería mecánica. Hecho inédito. No termina uno de conocerse a sí mismo. Ni a sus bujías.