Tribuna

Humor con «hache»

El romancero infantil 'El niño del coro'.

El romancero infantil 'El niño del coro'. / Fundación del Carnaval

Toni Vertedor

Toni Vertedor

En la Antigua Grecia se consideraba que existían dentro del cuerpo cuatro tipos de sustancias básicas o humores (bilis amarilla, sangre, bilis negra y flema) vinculados a los cuatro elementos de la naturaleza. El equilibrio entre ellos era fundamental para gozar de una buena salud. De esa creencia clásica debe existir la proporción del buen humor, una fórmula química que nos hace mejores personas, mejores ciudadanos, mejores carnavaleros.

En una sociedad polarizada, es precisamente donde la comedia ha encontrado su caldo de cultivo para, con ingenio, aceptar nuevas empresas.

La stand up comedy renovó todo el concento del humor, reanimando chistes con trascendencia descendente para reflejar directamente la cotidianidad en un espejo donde nos reflejamos y nos reímos de nuestras tragedias.

Es el caso del carnaval, en la que los cuplés de pelo han dejado de ser un recurso para convertirse en un vertedero manido y desechado por el público.

Si te pasó algo malo, alégrate, porque seguramente ahí tendrás una buena historia de humor.

En el carnaval están llegando nuevos aires de risa, cosa que celebramos, pues ya superado el famoso humor inteligente, debemos incorporar el humor evidente; ese en el que nos revolcamos porque podríamos haberlo dicho nosotros mismos pero solo los genios saben materializarlo. Por eso el mensaje llega, se asume y se presume a modo de risa.

Las murgas han tomado el relevo y han pasado al ataque. En un carnaval en el que la niña bonita era la comparsa, hacer reír se ha convertido en una lucha constante contra la inmediatez y las redes sociales. Una pelea reivindicativa por una modalidad más que cuestionada en los últimos años.

El drama de una ciudad sumisa al turismo de masas, al empresario garrapata, al político absolutista, a la inoperancia urbanística y a un millón de tragedias más, han sido aprovechadas por un grupo de genios de la palabra para dar forma a una obra de arte en forma de copla.

El Último superviviente y el reflejo de la verdad, a cuplés como La Murga de Los Leones y su capacidad de trasgredir pese a los contratiempos. Verse en la escena del padre con niños capillitas y hacer de ello un esperpento.

Los hamaqueros del Susi y esas gafas para fotografiar las escenas del litoral malagueño en verano. La última cena y el diálogo no escrito de aquella cita postrera al padecimiento y muerte de Jesús, o a otras propuestas que han huido del chiste fácil para ser libretos narrativos de una sociedad que está bastante mas muerta que viva.

Y, ¿por qué no?, hablar de los cuartetos El Misterio del Tiempo y A Tres Metros Sobre El Suelo, que llevan al extremo a sus personajes sin necesidad de sobreactuar en la escena.

Mención especial a los romanceros infantiles. Los hermanos Díaz y los hermanos Berdugo están abriendo un bonito camino por explorar y quien sabe si es el futuro que nos deparará una modalidad con sello propio.