AL AZAR

La nominación de Oppenheimer

A pesar de su personalidad tan poco recomendable, solo Oppenheimer podía fabricar la bomba que amenaza la supervivencia de la humanidad, y solo Oppenheimer podía arrasar en la lucha por las estatuillas

Una escena de 'Oppenheimer'.

Una escena de 'Oppenheimer'. / EFE

Matías Vallés

Matías Vallés

El asombro ante las treces nominaciones a los Oscars de una película consagrada a un físico teórico, y titulada con su nombre enrevesado, solo se ve superada por la estupefacción de que ese mismo Robert Oppenheimer fuera elegido en 1942 para dirigir el Proyecto Manhattan. Ningún jefe de personal, y mucho menos un algoritmo de selección de candidatos, hubiera encomendado el mayor compromiso de la seguridad nacional a un filocomunista bohemio, desorganizado, prepotente y de limitada versatilidad social.

A pesar de su personalidad tan poco recomendable, solo Oppenheimer podía fabricar la bomba que amenaza la supervivencia de la humanidad, y solo Oppenheimer podía arrasar en la lucha por las estatuillas. Sin embargo, únicamente hoy sabemos que ambas circunstancias son inevitables, cuando ya no tiene mérito alcanzar dicha conclusión. Y al señalar que la película de éxito fracasa en la descripción de un genio que no sorprende tanto por su artefacto nuclear como por su inteligencia nuclear, crece el reconocimiento a Hollywood por encumbrar a una falsificación de Oppie, desde el inapropiado Cillian Murphy que lo interpreta.

Para amaestrar el fuego eterno de la fisión nuclear, Oppenheimer se vio obligado a modificar la sustancia de sus pautas de comportamiento. Se volvió riguroso y metódico en extremo, pasó de dirigir las investigaciones de una docena de alumnos a encabezar la nómina de miles de cerebros privilegiados. En Los Alamos se condensó la mayor cantidad de talento jamás invertida en una única tarea. El logro pasa de lo espectacular a lo inesperado, hasta el punto de que por unos momentos se olvida que el proyecto estaba encaminado a la aniquilación humana. «Soy el destructor de mundos», fue la frase de los libros sagrados hindúes adoptada por el conductor de la Orquesta Manhattan. Nadie lo hubiera considerado capaz, de ahí que el ser humano siga siendo el único animal que cree que puede seleccionar al más apto para una misión imposible.

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