La puerta de las lágrimas

Josep Borrell

Josep Borrell

Jorge Dezcallar

Es hoy el punto potencialmente más caliente del planeta. Por el mar Rojo circula el 12% del comercio marítimo de petróleo y el 30% del tráfico de contenedores, lo que demuestra su enorme importancia para mantener las cadenas mundiales de suministros. Y esa vital arteria se ve amenazada por los guerrilleros hutíes que se han hecho con un tercio de Yemen, uno de los países más pobres del mundo que tras años de guerra civil sufre una descomunal crisis humanitaria. Los hutíes controlan la ribera oriental del Estrecho de Bab el Mandeb, la Puerta de las Lágrimas, de 30 kilómetros en su punto más estrecho y con canales de navegación más angostos todavía. Su minado es tarea relativamente fácil como también lo es atacar desde la costa y con frágiles embarcaciones a los buques que por allí transitan.

Tras repetidos ataques, hasta la fecha casi todos a barcos porta-contenedores, la mayoría de las grandes navieras han decidido evitar riesgos, no cruzar el mar Rojo y dar la vuelta al continente africano para llegar a Europa añadiendo días al viaje y subida de los fletes un 170%, lo que provoca retrasos y desabastecimiento que amenazan a las cadenas de suministros entre Asia y nuestro continente, pues lo que ocurre perjudica mucho menos a Estados Unidos que se comunican con Asia directamente por el Océano Pacífico. Otro gran perjudicado es Egipto, porque el tráfico por el Canal de Suez se ha reducido un 50% con la consiguiente pérdida de ingresos. Su gobierno no puede protestar porque los hutíes justifican los ataques en su solidaridad con el sufrimiento de los palestinos de Gaza y el pueblo egipcio también se siente profundamente cercano a ellos, limitando la libertad de acción gubernamental. El Cairo teme que, como dicen algunos ministros extremistas en Jerusalén, Israel empuje a los gazatíes a "emigrar voluntariamente" hacia el desierto del Sinaí, lo que crearía a Egipto problemas humanos, económicos y de seguridad muy graves. Ese y otros desacuerdos sobre la frontera con Gaza tensionan mucho las relaciones entre ambos países.

Pero aunque la interrupción parcial de las comunicaciones marítimas por Bab el Mandeb perjudica sobre todo a Europa, son los Estados Unidos los que han acudido con presteza a defender la libertad de navegación por esas aguas montando la Operación Guardián de la Prosperidad, en la que participan algunos países europeos pero a la que España se ha negado a sumar los buques de la Operación Atalanta que combate la piratería en el Océano Índico y que actualmente manda un almirante español. Borrell ha anunciado que la UE creará su propia operación naval para cooperar con los norteamericanos pero eso llevará tiempo y Madrid ya ha advertido que tampoco participará en ella. Comprendo que no queramos tomar parte en un destacamento liderado por Washington (sus bases militares en la región son objeto de ataques constantes por parte de milicias locales animadas desde Teherán y es de esperar una respuesta) porque los americanos son de gatillo fácil y podrían involucrarnos en alguna situación incómoda, pero entiendo menos que tampoco queramos participar en la Operación europea que funcionará con sus propias reglas de enfrentamiento. ¿O es un problema interno del gobierno de coalición que padecemos? Al fin y al cabo la no llegada de suministros o su retraso nos afecta bastante más que la piratería en el Índico. Insisto en que este gobierno puede tener razones muy válidas pero explica poco y mal.

Lo grave es que sean los americanos los que tengan que sacarnos una vez más las castañas del fuego porque vivimos de gorra. No gastamos lo suficiente en Defensa, no tenemos políticas Exterior y de Defensa comunes y como consecuencia no somos capaces de solucionar problemas que nos afectan directamente. Y el tiempo puede estar acabándose. Si Donald Trump regresa a la Casa Blanca en noviembre volverá a demostrar su indiferencia con la seguridad europea y a ningunear la OTAN, dejándonos desnudos a la intemperie donde hace mucho frío. Europa debe prepararse con toda velocidad para la eventualidad de que los jueces no le paren y Trump acabe ganando las elecciones, que es hoy un escenario tan poco deseable como plausible. Porque criticamos a los americanos, a veces con mucha razón, pero nos vamos a enterar si un día deciden que regresan a casa y que nos las arreglemos como podamos. Porque podemos muy poco.