LA SEÑAL

Jorge Mario y Yolanda

Vicente Almenara

Vicente Almenara

La palabreja no existe, por eso me la invento, macabrería, porque si no cómo definir lo que pasa aquí, que se vuelva a investigar el caso de ese cuerpo descuartizado en Málaga tras hallarse la cabeza a 120 kilómetros, en Estepona, coco de un cuerpo encontrado en Villanueva de la Concepción, y los genitales y las manos amputadas... Punto y aparte, la represión de los agricultores por el Gobierno. Solo en Málaga se les impondrán 400 sanciones para hundir un poquito más sus economías, por incumplir la ley dicen, pero los golpistas catalanes también y se les amnistía. El doctor Jekyll fuerte con los débiles, débil con los fuertes, dice mi musa. Pocas luchas hay más justas que la de estos hombres del campo también rebelados contra la Comisión Europea, que nada sabe de agricultura como no sea de lo que comen en los restaurantes de lujo que les pagamos, o en los Falcon que cruzan el cielo para después pedir la descarbonización de la economía.

Otrosí, algo pasa en Estepona, desde luego, ahora resulta que los peces muertos encontrados en su costa huían de los delfines, o sea, que por una vez el hombre no era el culpable, ¿y si fuera inocente más veces de lo que se escribe? Miedo me da solo pensarlo.

Pero no solo de peces vive el hombre, también del festival de Eurovisión, al que estamos destinados a hacer un ridículo mayor cada año, ahora con Zorra, ya sé que soy solo una zorra / que mi pasado te devora / ya sé que soy la oveja negra… No me extraña que las enemigas de la Montero estén de uñas. Pero lo importante, no nos desviemos, son las tiernas palabras de Jorge Mario a Yolanda, «Siga hacia delante y no afloje». Yo creo que son más que amigos, lo que no sé es si el susodicho participará en los últimos días de la campaña de Sumar en las elecciones gallegas. Sería coherente el peronista, sí.

Pero la pela es la pela, y no lo dice solo Puigdemont, que de esto y de rusos sabe un montón, sino Unicaja, que elimina la palabra banco y se encasqueta un cambio de marca e imagen corporativa, aunque es cierto que en la lucha contra Medel se ha dejado un cuatro por ciento menos de beneficios. La guerra es bella, pero incómoda, según un viejo dicho italiano.

Otra cosa es la guerra contra la Invisible, que lleva ya la friolera de dieciséis años por las indecisiones del alcalde en defender la propiedad municipal, ahora costará más reponer la ley, es lo que pasa. Por eso los okupas cuelgan de la Catedral «Dios salve a la Invisible», qué gracia, y es que por omisión también se hace política.

Menos mal que Biden -nuevo lapsus senil- dice que «hablé con Miterrand de Alemania». Cualquiera podría pensar que es Trump el que está detrás manejándolo, pero no hace falta, él solo se basta.

Hay cosas peores, sin duda, como ese grupo de egipcios que en Catania violó a una niña de 13 años mientras que cinco, qué valientes, sujetaban al novio. Bestias las hay por doquier, lo comentamos mientras recorremos la exposición, que sabe a poco, del Vino, en el Palacio del Obispo; por cierto, una muestra que no cuenta todavía con el catálogo en papel, alguien que no ha hecho bien su trabajo. Como en el caso de la escultura, llena de mierda, de la Plaza del concejal Antonio Garrido Moraga.

Lo anterior no quita que después de que Josele llegara a la Ejecutiva socialista, Espadas siguiera metiendo la pata, porque va a Fitur y dice que el pabellón de Andalucía no vale nada, y ahora resulta que le dan el premio al mejor expositor de comunidad autónoma. Toma nota, Dani, para que no te pasen a ti estas cosas el día de mañana. Bueno, me voy corriendo, que me va a explicar un coronel amigo por qué no es recomendable que la empresa china Nuctech se instale en los puertos españoles con sus dispositivos de detección de la carga y el equipaje, que después engorda la base de datos del Gobierno chino. Miguel de Unamuno nos decía otras cosas:

Me destierro a la memoria,

voy a vivir del recuerdo.

Buscadme, si me os pierdo,

en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida

y muero viviendo enfermo.

Me voy, pues, me voy al yermo

donde la muerte me olvida.

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